El Periódico Extremadura

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El reto de la regeneración del terreno

Las Hurdes busca su ‘mosaico’

Alcaldes y vecinos de la comarca piden cambios en la gestión forestal tras el fuego del valle de Ladrillar. Los expertos plantean un «cambio en el paisaje» que evite los pinares continuos y abandonados

El valle de Ladrillar des del Mirador de Las Carrascas, esta semana. SILVIA SANCHEZ FERNANDEZ

Si no sabes nada del incendio, llegas a Las Mestas y no te enteras de que ha habido un fuego hace dos semanas en Las Hurdes. Luego sales de Las Mestas hacia Cabezo y ya te impacta. Pero es que el monte no está limpio; no puedes coger ni una piña o cortar una zarza sin arriesgarte a una multa. Todo requiere permisos y al final unos no lo hacen porque no pueden, otros porque no quieren y otros porque no les dejan», reivindican Jairo Calvo y Laura Caletrio. La pareja de treintañeros se instaló hace cuatro meses en la alquería hurdana de Cabezo (50 habitantes) con un gran proyecto de vida en forma de restaurante con una marcada impronta de la zona. El nombre del local, La cabra jurdana, no deja lugar a dudas. 

Las Hurdes busca su 'mosaico'

Las Hurdes busca su 'mosaico' SILVIA SÁNCHEZ FERNÁNDEZ

«Aquí no podemos decirle ahora la visitante que venga a ver el paisaje verde y maravilloso del río de Ladrillar, sino la realidad que tenemos. Pero los montes siguen ahí; están verdes en el resto de Las Hurdes, y están sus acequias y su gente», dice ella. Hay cierta resignación de sus palabras y no esconden el abismo en el que se ven en estos momentos de incertidumbre en el corazón de las 3.241 hectáreas que ha calcinado el incendio que originó un rayo el pasado 11 de julio en este rincón de Las Hurdes, según la última actualización de la Consejería de Agricultura. La cifra supone en torno al 6% del territorio de la comarca. 

«Hay que hacer algo. Estamos expuestos a incendios masivos cada 10 o 12 años»

José María Martin - Presidente de la Mancomunidad de Las Hurdes

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Proyecto de vida en Las Hurdes

Tras pasar la pandemia en Madrid (él trabajando en la cocina del Ritz y ella al frente de uno de los restaurantes de una cadena) Laura y Jairo buscaron un cambio drástico en sus vidas y se acercaron al paisaje que habían abandonado años antes en busca de futuro (él es de Ahigal y ella de Mohedas de Granadilla). Así llegaron un día a Cabezo y se enamoraron del molino de aceite centenario que hay junto al río de Ladrillar. Pero hay que ponerlo en pie y, mientras lo acometen, se embarcaron en el proyecto hostelero en otro local municipal que les ofreció el ayuntamiento de Ladrillar, del que depende Cabezo; les ayudó consciente de que el camino de estos dos jóvenes no es el habitual en una zona en la que la edad media ronda los 63 años y cualquier nueva iniciativa supone un revulsivo. El restaurante es ya un punto de encuentro de los vecinos. 

«Lo hemos apostado todo a esta moneda. Todos nuestros años de trabajo están en estos proyectos y estamos con todas las ganas del mundo», insisten. Pero de nuevo está el nudo en el estómago; porque el «risco maravilloso» del que colgaba el local ahora está cubierto de cenizas, y porque temen ese momento en el que la lluvia irrumpa y arrastre toda esa ceniza a los cauces, los manantiales y las piscinas naturales de la zona. 

Jairo y Laura, en un rincón de su restaurante, 'La cabra jurdana', en Cabezo. SILVIA SANCHEZ FERNANDEZ

«Aquí no podemos decirle ahora la visitante que venga a ver el paisaje verde y maravilloso del río de Ladrillar. Pero los montes siguen ahí y nuestra apuesta por esta zona, también»

Jairo y Laura - ‘La cabra jurdana’ (Cabezo)

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«Es mi gran miedo ahora, que cuando aparezca la lluvia la ceniza pueda llegar al sistema de abastecimiento o las piscinas. Ante el incendio no podemos hacer ya nada más», dice Santiago Domínguez, alcalde de Ladrillar. Hace días que no para y sabe que aún queda por delante poner en pie todo lo que ha devorado el fuego en su territorio. En un momento de la conversación en medio del pueblo, el alcalde desvía la mirada a lo alto de la montaña que mira a Ladrillar. Hay una gran columna de humo brotando de las cenizas. Parece intensa, pero en unos segundos se desplaza y se disipa. Era solo un remolino y a lo largo de la jornada aparecerán más en otros puntos; pero la alerta persiste aunque hace doce días que el fuego está controlado. Aun falta darlo por extinguido y pueden pasar semanas antes de ese momento: de hecho en Vegas de Coria se siguen juntando los retenes que se ocupan en estos momentos de la vigilancia del perímetro. 

Para Santiago Domínguez todo pasa ya por cómo se abordará la recuperación del terreno para que sus pueblos estén menos expuestos a otro incendio. «Que se haga una repoblación tipo mosaico», reclama. Se fija en el modelo que la Junta de Extremadura desarrolló de la mano de la Universidad de Extremadura (Uex) en la Sierra de Gata tras el incendio de 2015 y quiere algo adaptado a las circunstancias de ese territorio, mucho más escarpado. De hecho ha pedido ayuda también a Fernando Pulido, el profesor del grado de Ingeniería Forestal y del Medio Natural de la UEx, que también trabajó dando forma al proyecto de Gata. 

«Lo que había ahora era pino y matorral; bosque mediterráneo, pero ni mantenido ni cuidado porque se han ido perdiendo actividades. Antes se mantenía el bosque con las actividades que había y luego se daban peonadas para la limpieza del monte, pero ya no hay nada de eso», recuerda el alcalde. Por eso su propuesta pasa además por otro modelo de gestión en el que las empresas que se encarguen de repoblar, asuman también el mantenimiento de eso que siembren durante un periodo de tiempo, «30 o 40 años», dice. «El pulmón de algunas grandes ciudades que necesitan rebajar emisiones puede estar en Las Hurdes», plantea. Pero es consciente de que el cambio de paisaje que busca no será algo inmediato, ni siquiera a medio plazo. «Esto va a llevar años, pero es lo que necesitamos», insiste.

Santiago Domínguez, alcalde de Ladrillar. SILVIA SANCHEZ FERNANDEZ

«Que se haga repoblación más en mosaico. Ahora solo había pino y matorral, pero sin ningún cuidado»

Santiago Domínguez - Alcalde de Ladrillar

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Ese planteamiento lo comparte también José María Martín, alcalde de Casares de Las Hurdes y presidente de la Mancomunidad de Las Hurdes, que incluye además a Pinofranqueado, Caminomorisco, Nuñomoral, Ladrillar, Casar de Palomero y Azabal. Su pueblo estuvo varios días en alerta ante una posible evacuación que al final solo afectó de forma preventiva a los mayores de la residencia. El viento y los trabajos de extinción entre el valle de Ladrillar y del de Casares, lograron detener las llamas en ese punto que se consideraba crucial: se daba por hecho que un avance en allí habría condenado a toda la comarca. «Ha sido allí esta vez, pero otros años el fuego ha estado en otras zonas de Las Hurdes. Nos puede pasar a cualquiera porque estamos expuestos a incendios masivos cada 10 o 12 años», señala. 

El de este año es el tercero más grave en la zona desde el de 2003, que arrasó 9.000 hectáreas. «Necesitamos que se agilicen los planes periurbanos y los de vías de evacuación, que llevan varios años ya en trámites; y que cambie la política forestal. Necesitamos reducir la masa forestal que se cría sin control», señala Martín.

Esta semana se han reunido todos los alcaldes de los pueblos para abordar la situación de las zonas más afectadas por el incendio y pedir a la Junta un encuentro para perfilar un cambio del modelo de gestión en sus montes, para que estén más limpios y no les condenen a convivir con el fuego y sus heridas. 

«Si no trasformas el paisaje, en unos años habrá la misma catástrofe. El paisaje ha ardido porque estaba abandonado», dice Fernando Pulido, desde el mirador de Las Carrascas. A un lado se divisa Salamanca y el valle de Ladrillar, ahora negro. Desde el otro extremo del mirador se ve dónde lograron contener las llamas en su camino a Casares de Hurdes y su valle, que sigue siendo verde.

Años de abandono

El profesor de la UEx, señala a las laderas: «Hace años en esta zona había castaños, había cabras, más cultivos de olivo. Era un paisaje más ‘en mosaico’ y entonces los incendios eran más pequeños y por eso los apagaba la población. Este incendio ha quemado 3.000 hectáreas y los que había entonces tenían 30. El problema es que los medios de extinción se enfrentan ahora a monstruos de fuego que no se pueden ni se deben acometer», subraya. Por eso la propuesta en la que trabaja con el ayuntamiento de Ladrillar, va también en la línea de perfilar ese mosaico que funcione como un «cortafuegos natural» en la zona.  

Fernando Pulido, profesor del grado de Ingeniería Forestal en la UEx. SILVIA SANCHEZ FERNANDEZ

«Hay que dejar que la población gestione el territorio porque si no, al final, quien gestiona es el fuego»

Fernando Pulido - UEx

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Antes de eso, plantea en todo caso que las actuaciones de emergencia que se tendrán que acometer en la zona en los próximos meses, sean «casi artesanales» en lugar de retirar toda la madera quemada, que tiene más impacto en el territorio y, a su juicio, puede acelerar la erosión y el arrastre de ceniza. La última palabra, en todo caso la tendrá la Junta de Extremadura porque el 90% de estos montes son públicos: aunque el terreno es de los ayuntamientos, lo gestiona la Junta.

La propuesta del profesor de la Uex se basa en un uso del terreno «que haga compatible la actividad agrícola, con el castaño, el cerezo, el madroño o el olivar que se dan bien aquí; la actividad ganadera con cabras o caballos (señala que hay tres iniciativas para instalarse en la zona) y la actividad forestal con los pinos, que pueden utilizarse para biomasa y para resina». «Todo eso daría vida y pondría a personas en el monte; y todas esas personas actúan como vigilantes y disuaden a los que pueden tener tentaciones de causar daño al monte», señala. 

--¿Esa es la solución?

--No lo es. Es solo parte de la solución.

--¿Y cómo se moviliza a la población a una zona que lleva años perdiéndola?

--En eso estamos trabajando. Pero la clave es dar facilidades a la gente que se quiera instalar.

Tampoco este modelo de ‘mosaico’ sería proyecto a corto plazo: «Requeriría al menos 10 años, porque este paisaje lleva 50 años abandonado. No es a corto plazo, pero sí hay que abordarlo; y cuanto antes», dice Pulido, que aboga además por facilitar que aquellos vecinos que quieren limpiar sus terrenos, lo puedan hacer. 

«La poca gente que quiere hacer algo se encuentra con que no le dejan o se lo ralentizan. Y al final la población ha llegado a asumir que la prevención de los incendios corresponde a la administración y la administración no tiene recursos ni fondos para gestionar tanto territorio. Hay que dejar que la población gestione el territorio y se haga responsable de él, porque si no, al final quien gestiona es el fuego», puntualiza.

Trabas en los permisos

De esas trabas se queja Alfonso Bejarano, vecino de Ladrillar. Entra en la conversación en el bar Sánchez del pueblo, y el tono que usa el anciano no deja lugar a dudas sobre su indignación. Cuenta que ha estado tramitando un permiso para limpiar el pinar que hay detrás de su casa (el terreno es de su propiedad) y ha pagado en dos ocasiones las tasas sin que haya llegado nunca a hacerlo. Tras este último incendio, las llamas se quedaron a apenas dos metros de la terraza de su casa, que mira al ahora calcinado monte. Está convencido de que los bomberos le salvaron la casa y es lo que piensa también su mujer, María Domínguez. Se le nubla la sonrisa inicial del saludo en cuanto recuerda el incendio. «En mi vida he visto algo así», dice acongojada. Ambos nacieron en el pueblo y allí siguen ya jubilados; pero ninguno de sus tres hijos se ha mantenido en la zona. Todos dejaron Las Hurdes, para trabajar tras terminar los estudios o emprender negocios.

Alfonso y María, junto a los restos de la antigua carbonera de su familia, que ha sucumbido ahora a las llamas. SILVIA SANCHEZ FERNANDEZ

«Antes el monte estaba siempre limpio con el carbón y las cabras. Ahora no hay cabras ni nada; los arroyos no se limpian y los caminos tampoco. Como no hagan algo, esto está muerto»

Alfonso y Maria - Vecinos de Ladrillar

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Los padres de Alfonso Bejarano tenían una antigua carbonera en un extremo del pueblo, recuerda el hombre. Cuenta que no era la única en aquel tiempo. «Entonces la gente vivía del carbón y de las cabras. Mis suegros tenían cien cabras y el monte estaba siempre limpio. Ahora no hay cabras ni nada; los arroyos no se limpian y los caminos tampoco. Como no hagan algo, esto está muerto», sentencia la mujer a los pies de los restos de la carbonera, muy dañada tras el fuego.

Una ‘isla’ gris en Las Hurdes

El último incendio de Las Hurdes es una isla gris que sobrecoge y ocupa algo más de 3.000 hectáreas de las 46.000 que tiene la comarca. Ha dejado al descubierto las entretelas de lo que un día fue una actividad agrícola entre muros de piedra y bancales, que fueron devorados primero por la maleza y ahora por las llamas. Un paisaje sombrío te asalta y envuelve después de serpentear laderas de pinares verdes y algunos olivares (abandonados la mayoría) rodeados también de maleza en la carretera paisajística que atraviesa la comarca y tiene en Las Mestas, el punto más turístico de esta zona de las Hurdes Altas. Ese fue el último de los siete núcleos que desalojaron durante el incendio (los primeros fueron Ladrillar, Cabezo, Aceitunilla, Batuequilla y La Horcajada; y un día después también Riomalo de Arriba) y algunos no entienden aún el porqué.  

En las Mestas no hay ninguna evidencia del incendio más allá del punto más alto de la montaña. «Aquí no hay ni rastro de fuego, pero turísticamente, que se nos señale con el incendio nos ha hecho polvo. Nos ha matado. No viene nadie», dice Anastasio Marcos, emblema turístico del pueblo como El tío Picho. Se echa en falta en la calle el trasiego que dan los visitantes veraniegos aun cuando el calor aprieta, aunque la piscina natural del pueblo sí empieza a animarse a primera hora de la tarde. Anastasio Marcos coge aire y lamenta: «Después de lo que ha pasado, qué vamos a hacer. Lo primero es ayudar a los vecinos del valle de Ladrillar porque tienen que partir cero». Luego cambia el tono y critica: «El campo se ha dejado olvidado; no ahora, hace tiempo ya»; y también señala la que ve como solución: «Hay que cambiar la política forestal y permitir que la gente limpie el monte; porque con las trabas al final no limpia nadie». 

Otros incendios en la zona


9.000 hectáreas en el incendio del año 2003 : El incendio más grave que se ha producido en la zona de Las Hurdes ocurrió en 2003 y quemó unas 9.000 hectáreas en la zona y casi 3.000 también en Gata, donde se originó en una quema agrícola descontrolada. Afectó a Caminomorisco, Pinofranqueado o Casar de Palomero y a alquerías como Ovejuela, donde se extinguió el último foco. Ya se empezó a hablar de la necesidad de cambiar el modelo forestal.

3.000 hectáreas en un fuego intencionado en 2009: A finales de julio del 2009, otro fuego afectó a unas 3.000 hectáreas en la zona de las Hurdes y cerca de 600 personas tuvieron que ser evacuadas por un fuego que se cree que fue provocado de forma intencionada. Había focos en puntos como Vegas de Coria, La Pesga o Nuñomoral. Los medios de extinción lograron contener en entones el fuego en el valle de Ladrillar y no llegó a entrar en la sierra de Las Batuecas.

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