FEMENINO PLURAL

Joven extremeña: «Hay personas que tienen trastorno de conducta alimentaria y no lo saben»

La extremeña Laura Sánchez Quintero ha vivido siete años con TCA: «Buscaba en foros cómo vomitar». La psicóloga emeritense Ana Yáñez explica las conductas de jóvenes que deben poner en alerta a su entorno

Laura Sánchez Quintero, dombenitense que padeció TCA.

Laura Sánchez Quintero, dombenitense que padeció TCA. / El Periódico

Mira atrás y no puede creer que haya pasado tanto tiempo. No es la misma. Nunca volvió a serlo y menos mal. «En la primera sesión con la psicóloga me dijo: ‘Estás en el fondo ya no te queda nada solo salir de ahí o morirte’. Por mucho que estés abajo del todo, se puede». El pasado 30 de noviembre se concelebró el Día Internacional de la Lucha contra los Trastornos de Conducta alimentaria y Laura Sánchez Quintero cuenta su historia. Es una joven dombenitense de 32 años que padeció un TAC durante casi 7 años. Es educadora social en Mérida, su lugar de residencia. 

«Dejaba de comer. Me inducía al vómito», explica. Empezó a tener conductas obsesivas relacionadas con su físico y la alimentación a los 12. Sin embargo, estuvo seis años ocultándolo y con 18, ya en la universidad tomó la decisión de acudir a especialistas para ponerle freno. Hubo un tiempo que se enfadaba a menudo con su familia y no tenía buen carácter. «Me ponía algo agresiva. Ellos no lo entendían, ni yo tampoco. Es fundamental dotar de herramientas a todos para que los más cercanos, incluso en el ámbito educativo, puedan identificar conductas que puedan desencadenar un TCA», señala. 

Iba por épocas. A veces se veía bien y otras no. Por entonces era una niña. «El bullying es una de las piedras en el camino, una cosa puede llevar a la otra. Es muy complicado. Hay personas más vulnerables e inseguras», añade. «Yo no llegué a sufrir acoso como tal, pero sí me comparé y recibí comentarios», cuenta. 

Creció y llegó a la universidad. Estudió Educación Social en Salamanca. Allí residía con sus primos, también estudiantes y compañeros de clase. Un día normal de clase iban a recibir una charla sobre TCA. Ella decidió no acudir porque sabía lo que pasaba. Tenía 18 años y estaba en su primer año de carrera. «Tenía claro lo que pasaba si asistía. Iban a explicar el trato con personas que padecieran este tipo de trastornos y a aprender a identificarlo, entre otras cosas», confiesa. «Me daba miedo que fueran mis primos. Me daba miedo que se dieran cuenta. Ellos se daban cuenta de ciertas conductas que yo tenía», asegura. «Así fue. Asistieron a la formación y al llegar me propusieron hacer un test para detectar si sufría un TCA. Esto evidenciaría si tenía que acudir a un especialista o no. Evidentemente explotó la bomba», recuerda. «Se pusieron en contacto con mi familia más cercana, mis padres y mi hermana. Después, ingresé con los mismos especialistas que acudieron a dar la charla a la facultad», relata. «Fue un proceso durísimo».

Por fin pudo ponerle nombre: anorexia y bulimia. Trastornos de conducta alimentaria con el objetivo de adelgazar y tener un cuerpo acorde a los cánones de belleza. «Durante todo el tiempo había pensado que era algo que tenía bajo control hasta que recibí ayuda», aclara. «Veía que había algo en mi vida que no me permitía ser totalmente feliz. El centro al que acudí tenía especialistas multidisciplinares. Desde psicología y psiquiatría hasta nutricionistas y cuidadoras. Estas últimas hacían un trabajo arduo de vigilancia para que no tuviéramos comportamientos que suponieran un retraso a la hora de curarnos», añade. 

El peligro de las redes

Le dieron el alta un año y medio después. Con 19 años. Acaba de ser madre y a día de hoy ya puede hablar de todo lo que ha pasado. «Conseguí quererme a mí misma y aceptarme». «Por ello lanza un mensaje: «Pedid ayuda profesional cuando detectéis que no estáis bien», reclama. También solicita más formación tanto en el ámbito educativo como familiar. «Es de vital importancia que tu entorno sepa identificar comportamientos previos al trastorno», recalca. Sobre todo, entre las más jóvenes. En femenino, ya que la mayoría de casos se siguen detectando en mujeres. En el caso de Sánchez, durante su adolescencia ya estaban presentes las nuevas tecnologías. En los 2000 comenzó el auge del uso de ordenadores, de plataformas de mensajería y chat y cada vez más personas tenían teléfono móvil. «Buscaba en foros cómo vomitar sin que mis familiares se dieran cuenta», declara. 

Ana Yáñez, psicóloga y sexóloga emeritense.

Ana Yáñez, psicóloga y sexóloga emeritense. / El Periódico

Ahora la información es más accesible aún. Los jóvenes disponen de móviles y redes sociales a edades más tempranas. La exposición en estos perfiles para interactuar con otras personas o la aparición de las y los influencers ha hecho incrementar los casos de TCA, a juicio de Sánchez. 

Piensa lo mismo la emeritense Ana Yáñez, psicóloga y sexóloga. «Sabemos que la información está al alcance de todos y que a los 8 o 9 años los niños ya tiene dispositivo propio. Es una buena herramienta, pero para saberlas manejar es necesario educación», explica. «El uso de las redes ha ido aumentando pero este no es el causante único del incremento de trastornos», aclara. «Existen otros factores muy determinantes: baja autoestima, problemas de salud mental como la ansiedad, mayor sensibilidad a preocuparse por el aspecto físico o que sea determinante la aprobación del resto y compararse con otros cuerpos. Hay que reconocer los rasgos individuales de la personalidad junto a las influencias socioculturales», afirma la emeritense. «No existen dos TCA iguales, cada caso es particular», añade. 

En esta línea, Sánchez lanza una reflexión sobre la exposición en redes: «¿Y si desviamos el foco? ¿Con qué fin buscan que nos hagamos fotos con filtros que distorsionen la realidad?», cuestiona.

El uso de redes también ha disparado la opinión pública. «Ahora se puede hablar de todo. También se demoniza a los cuerpos delgados. He leído comentarios en post que pone: estás anoréxica. Se hace mucho daño. Sin embargo tiene una vertiente positiva y es que se ha fomentado que se hable más sobre TCA y gordofobia, por ejemplo» 

«En una imagen no se refleja nuestra vida cotidiana», añade Yáñez. «También gracias a ellas se han puesto en marcha movimientos como body positive que persigue valorar los cuerpos normativos», acuña Yáñez. A día de hoy hay redes sociales que promueven la vida real, como es el caso de BeReal. «Se busca la naturalidad y autenticidad porque todo se ha vuelto tan artificial que ha perdido sentido», aborda la psicóloga. 

Entre la vida sana y la salud

La comida real y el movimiento sobre eliminar de tu dieta alimentos ultra procesados está de moda. «Está bien promover una vida sana, pero centrándose en la salud real. El problema es que la línea es muy delgada. Hay personas que tienen TCA y ni si quiera lo saben. Arrastran serios problemas de autoestima o trastornos obsesivos compulsivos, como lo tuve yo, que pueden ser carne de cañón», remarca Sánchez. 

«Lo que permita que podamos adaptarnos con conciencia será sano. Para eso necesitamos información científica», asegura Yáñez.

Ambas coinciden en que la formación y la educación en TCA son la base. De hecho, aseguran que existen comportamientos que alertan de estos trastornos. «Preocupación excesiva por un aumento de peso o por la imagen; realizar demasiado ejercicio físico, con la única fijación de perder kilos; tener una visión distorsionada de su propio cuerpo o no querer llevar determinadas prendas de ropa porque se vean mal pueden ser algunos de los patrones que pueden seguir personas con estos trastornos y permiten advertir a su círculo más cercano de que algo no va bien», enumera Yáñez. Sin duda, en lo que más están de acuerdo en que lo primordial es acudir a especialistas en caso de tener sospechas antes de que sea demasiado tarde. «Como cuando acudes a fisioterapia al dolerte la espalda. Alguien con problemas emocionales o de salud mental hay que recurrir a profesionales. Para eso estamos, nos dedicamos a ayudar», zanja la psicóloga.