Entrevista | Ana María Dragutescu (Rumanía)
«Siempre he estado trabajando, en mi vida he cobrado el paro»
Con los 21 años recién cumplidos, madre ya de una niña, y con la idea de trabajar solo tres meses como interna en una casa, Ana María Dragutescu llegó a España en 2005 desde la provincia rumana de Muntenia. «Era cuando aún no estábamos en la Unión Europea y casi tenías que esconderte por la calle, estuve unos años sin poder empadronarme», recuerda. Los tres meses se han acabado convirtiendo en casi dos décadas, viviendo primero en la Comunidad de Madrid y luego en Cáceres, donde llegó en 2009. «Siempre he estado trabajando, en mi vida he cobrado el paro, jamás. Nunca lo he pedido ni sé cómo se hace. Dejaba un trabajo el jueves y el viernes estaba en otro, con crisis y sin crisis», cuenta.
Sus primeros empleos fueron en hostelería, de camarera y cocinera, pero con tres hijos (de 22, 15 y 5 años, actualmente), la conciliación se le hizo ya imposible. «A mí la cocina me encanta, y es algo que me han ofrecido en muchos sitios, pero no podía por los horarios, porque he estado sola con los niños», detalla. Así que empezó a trabajar como asistente del hogar, «limpiando, cuidando niños y cocinando» en casas. Eso fue hasta 2019, cuando apostó por poner en marcha una tienda de alimentación. A pesar de todos los años trabajados, apenas sumaba a esas alturas «como seis o siete años cotizados». «Cuando vi que mi vida laboral era un desastre, me dije: mejor me doy de alta yo aunque sufra como autónoma, pero sé que estoy cotizando como debo».
«Me dije: mejor me doy de alta yo aunque sufra como autónoma, pero sé que estoy cotizando como debo»
Decidió retomar una idea que se le había pasado por la cabeza hacía ya tiempo, cuando llegó de Madrid. Allí «hay muchos supermercados de productos rumanos, pero cuando vine me pareció que raro que no los hubiera aquí». En agosto de 2019 se dio de alta como autónoma y en noviembre abrió Transilvania es tradición, «una multitienda con productos típicos de Europa del Este la mitad y la otra de América Latina», precisa. Así que en ella es posible encontrar leche agria, encurtidos, costillas ahumadas y otros artículos procedentes de Rumanía, Polonia, Ucrania o Bulgaria, pero también frijoles traídos de Nicaragua. La ubicación inicial del establecimiento fue en Isabel de Moctezuma, pero el local se le quedó algo pequeño y se trasladó a la calle Catedrático Antonio Silva, donde permanece. «No me puedo quejar, llevo ya un año sin meter dinero de mi casa, que eso es ya un logro», bromea.
Algunos de sus clientes son españoles, «que a lo mejor han ido de viaje, han probado cosas y vienen preguntando aquí si las tengo», pero la mayor parte son también nacidos fuera de España. Y por ellos conoce los abusos a los que en ocasiones se sigue sometiendo a algunos trabajadores extranjeros, en especial a los que están en una situación más precaria. Internas a las que no se da «un solo fin de semana libre» o empleos en hostelería por los que apenas se cotiza una hora al día cuando se echan jornadas reales «de doce». «Cosas que no son normales, que te parece imposible que pasen», sentencia.
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