la iglesia católica

Medio millar de extremeños abandonan la fe: «Soy apóstata por coherencia»

Dos diócesis de la región suman más de 580 apostasías desde que permiten el proceso y tienen varias reconciliaciones

«Fue rápido; no quería estar vinculada a una institución que no me representa», cuenta una cacereña

Fieles en la Iglesia de San Juan de Cáceres.

Fieles en la Iglesia de San Juan de Cáceres. / Francis Villegas

Estudió en un colegio de monjas, era católica practicante y creyente, pero conforme fue creciendo y formándose empezó a sentirse «un poco estafada», cuenta Gema Rivero, una cacereña de 47 años. «No me gusta el uso que se hace de la religión, esos sentimientos de culpa que te crean con el pecado desde la infancia y no me gusta lo que ha hecho la Iglesia Católica a lo largo de su historia. Soy licenciada en Historia, he estudiado mucho y sé cómo ha funcionado esta institución desde la Edad Media hasta el día de hoy. No quería pertenecer a ese grupo, que mi nombre constara como cristiana y seguir vinculada a una institución que no me representa». Estas fueron las razones que en 2008 le hicieron dar el paso definitivo a una idea que ya llevaba planteándose desde hacía tiempo: apostatar, o lo que es lo mismo, abandonar formalmente la Iglesia Católica. 

Gema es una apóstata de los cientos que hay en Extremadura. En concreto, son más de 580 en la actualidad, según los datos facilitados a este diario por dos de las tres diócesis de la comunidad (la de Plasencia es la única que no ofrece sus datos). En la archidiócesis de Mérida-Badajoz, desde que hay registros del proceso de apostasía (en 1983) se han registrado 400 casos. De estos, 78 han sido en los cinco últimos años, aunque alguno ha vuelto a pedir el reingreso en la Iglesia Católica tras su decisión, destacan desde el obispado. 

En la diócesis de Coria-Cáceres, por su parte, el proceso comenzó en el año 2003 y desde entonces se ha presentado 188 apostasías: una media de 9,8 al año. Y entre estas también hay varias personas que han pedido ser reconciliadas y volver a participar en la vida cristiana. «La Iglesia nunca cierra las puertas para el retorno de los que abandonan, libremente lo hacen, libremente pueden volver», señala Ramón Piñero Mariño, sacerdote delegado de familia y vida en la diócesis cacereña. 

La apostasía viene recogida en el Código de Derecho Canónico y se define como «el rechazo total de la fe cristina». «Las personas que optan por realizar esta declaración lo que quieren es dejar de ser católicos, con todo lo que ello implica. Se trata de una decisión personal del individuo, que tiene que ser libre para hacerlo. Es además parte del contenido de su derecho fundamental a la libertad religiosa y esto significa que no se puede prohibir realizar dicha declaración al individuo», explica Jaime Rossell Granados, catedrático de Derecho Eclesiástico del Estado de la Universidad de Extremadura (UEx). 

Para que se pueda ejercer ese derecho, cada diócesis ha estipulado su procedimiento porque, como señala Rossell, «no es un proceso que esté regulado de manera expresa en el Código de Derecho Canónico, pero la Iglesia Católica, a través del Pontificio Consejo para los Textos Legislativos en una carta aclaratoria enviada en 2006 a las Conferencias Episcopales, señaló que dicha declaración debía realizarse de forma escrita y ante la autoridad competente (el Ordinario del lugar o el párroco)», explica el catedrático de la UEx.

Esa autoridad, por tanto, es la que toma las medidas pertinentes para que se anote la apostasía en el Libro de Bautismos. «En el caso de la Conferencia Episcopal española con anterioridad a 2006, ya en el 2000 y 2005, se enviaron a las diferentes diócesis unas notas sobre la mejor forma de proceder, pero cada diócesis ha adoptado el modelo que ha creído más conveniente», añade Rossell Granados.

Por correo certificado

Por ejemplo, en la Diócesis de Coria-Cáceres, explica Piñero Mariño, hay que presentar una solicitud en el obispado. «Se puede hacer levantando un acta del acto de la apostasía ante la persona designada por el obispado, siempre presentando la copia del DNI y la partida de bautismo, pues hay que demostrar que se está bautizado». Añade que también se puede presentar la solicitud por correo certificado, junto a la misma documentación. La reconciliación, por su parte, debe hacerse mediante acta levantada ante la persona que designe el obispado «seguida por la confesión y la comunión en cuanto se pueda». 

Y este trámite, según explican, normalmente está resuelto antes de unos 15 días en esta diócesis cacereña. «Requiere su burocracia y trabajo documental. Hay que enviar una copia de la declaración de apostasía a la parroquia donde se bautizó el apóstata para poner una nota al margen donde conste la apostasía, porque la partida de bautismo no se puede destruir, como ha dictaminado el Tribunal Supremo español», señalan.

El proceso viene siendo similar en cada obispado del país (en el de Plasencia, por ejemplo, optan por una entrevista personal si es posible), pero no la diligencia en su resolución. La apostasía de Gema Rivero apenas llevó dos meses desde que envió la solicitud hasta que le llegó el certificado. Fue rápido y sencillo para ella, aunque reconoce que no había mucha información oficial al respecto. «Una amiga que vivía en Madrid me puso en contacto con una asociación de Valencia», recuerda una década después. «La asociación tenía un modelo de carta, solo tuve que cambiar mis datos y pedir la partida de bautismo. Lo envié todo por correo a la diócesis de Coria-Cáceres y no tardaron mucho en responder. Primero me preguntaron si estaba segura de mi decisión y conocía todo lo que suponía, me ratifiqué y al poco tiempo me enviaron el documento que decía que mi nombre ya no formaba parte de la Iglesia. También dejaban sus brazos abiertos por si quería volver alguna vez», cuenta la extremeña. 

«Cada vez somos más»

Su experiencia animó también a sus dos hermanos a iniciar el mismo proceso, que tampoco tuvieron muchas dificultades en aquella época. «Fue fácil y lo hice todo por correo a través del Obispado de Coria», señala Rebeca Rivero. Las razones, en su caso, son similares a las de su hermana. «Cuando naces te bautizan sin tu consentimiento, tus padres te meten en una religión pero luego creas tus propias vivencias y yo no soy creyente ni estoy de acuerdo con la religión cristiana. Soy apóstata por ser coherente con mis propias ideas y creo, además, que cada vez somos más», cuenta. Y si no hay más, dice Gema, es por falta de información, por pereza o simplemente porque «hay gente que aunque no sea creyente o prácticamente se quiere casar por la Iglesia porque parece que sigue teniendo cierto prestigio social». 

Precisamente fue la poca información que encontraba cuando decidió abandonar la fe, la que llevó a Juan Vera a crear apostatar.org, que primero fue un blog y luego pasó a ser una página web con más de un millón de visitas. Ahí recoge este murciano testimonios de apóstatas en cada una de las diócesis del país y resuelve dudas acerca de este proceso que a él, personalmente, le resultó «horrible». «Hoy en día no hay problemas, pero siempre depende también de no encontrarte con alguien que esté en contra de este tema», apunta. 

Por sus conocimientos en este asunto, asegura que «a día de hoy todavía hay mucha gente que no sabe qué es la apostasía ni qué significa. Debería ser la Iglesia la que informara de la posibilidad de la salida, como cualquier institución democrática, pero evidentemente no le conviene y nadie le exige claridad y transparencia a la Iglesia Católica en este país», señala. Y esa falta de información que denuncia ocurre a pesar de que para la institución la apostasía no tiene consecuencias económicas: «En España la Iglesia Católica no recibe fondos en base al número de fieles que tenga, eso es un mito que se cuenta. Recibe dinero a fondo perdido y no tiene que demostrar absolutamente nada», explica Vera, quien considera que debería estar obligada a tener un fichero público con el número de fieles oficiales. 

No obstante, considera que el «rechazo activo» sí supone demostrar a la Iglesia «que hay una parte de la sociedad que rechaza su forma de actuar y quizás le ayude a hacer alguna reflexión, porque en realidad la apostasía es un rechazo más que nada a la institución de la Iglesia, no tanto a la religión. Hay gente religiosa que también apostata».

Las consecuencias

Una vez obtenida la apostasía también habría que notificarlo al párroco donde reside esa persona «para su conocimiento y posibles relaciones, pues la apostasía, como acto público y formal, tiene sus consecuencias, de las que se advierten a todas las personas que apostatan», explican en la diócesis de Coria-Cáceres. ¿Cuáles son? La persona que apostata de la fe católica queda excluida de la recepción de todos los sacramentos «y eso afecta especialmente a la celebración del matrimonio canónico», destaca Piñero. Además, se le excluye del encargo de padrino o madrina de bautismo o confirmación y de las exequias públicas o ceremonias que se celebran por un difunto, «aunque podrán celebrarse, privadamente, misas y oraciones si sus familiares lo solicitasen». 

Extremadura, un bastión de la Iglesia Católica

La proporción de personas no creyentes está creciendo en España. Cuatro de cada diez españoles (el 39%) se declararon ateos, agnósticos o indiferentes ante la religión en 2022 (hace 40 años eran apenas el 8% de la población) y son más de la mitad (el 57%) entre los jóvenes de 25 a 34 años. Estas son algunas de las conclusiones del último informe de laicidad de la Fundación Ferrer i Guardia, que recopila datos de fuentes oficiales como el CIS, el INE o la Conferencia Episcopal Española. El estudio no ofrece detalles generales por comunidades, pero sí incluye información regional en distintos sectores que, pese al descenso generalizado, muestran que Extremadura sigue siendo un bastión de la Iglesia Católica.  

Uno de los apartados que analiza es la contribución de los extremeños a la financiación de la institución a través del IRPF, una casilla que marcaron el año pasado el 43,3% de los contribuyentes en Extremadura y que le supuso una recaudación de 5,2 millones en la región. Las provincias del país con más asignación son, por este orden, Ciudad Real, Jaén y Badajoz. 

La educación es uno de los pilares donde la religión está más presente. Aunque Extremadura está entre las regiones del país con menos centros concertados religiosos (son el 5,8% del total, el porcentaje más bajo solo superado por Canarias), los alumnos extremeños siguen optando por la optativa de Religión frente a su alternativa más que en otras comunidades españolas. En Primaria solo el 16,4% cursa actividades alternativas a la región, el dato más bajo del país, mientras que en la ESO esa cifra crece hasta el 23,5%, aunque sigue siendo la comunidad donde menos se estudia la alternativa y más se cursa la materia de Religión. 

El último indicador que muestra el arraigo que tiene la Iglesia Católica en Extremadura son los ritos de paso, especialmente el matrimonio. El 26,4% de los matrimonios de la comunidad son confesionales (incluye todas las religiones), un dato que solo supera Castilla-La Mancha con un 27,8%, según el informe. 

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