Historias de vida

El extremeño Octavio Gonzálvez, 100 años y un tesoro de la Guerra Civil

Gonzálvez fue testigo en 1939 de un episodio histórico que marcó su vida y que 85 años después da sentido a una búsqueda vital por parte del historiador Fernando Barrero

Militares de la Brigada 109, a la que perteneció el abuelo republicano de Barrero, regalaron a Gonzálvez una máquina de escribir antes de entregarse a los nacionales

Octavio Gonzálvez narra la historia de la máquina de escribir de la Guerra Civil

Inmaculada Gonzálvez

Octavio Gonzálvez Ruiz había cumplido ya 15 años cuando la Guerra Civil española tocaba su fin. Nacido en la localidad pacense de Puebla de Alcocer hace un siglo, vivió su infancia entre este pueblo de La Siberia, cuna de su familia materna, y el vecino Talarrubias, de donde procedía su padre y donde tenían la vivienda familiar.

En marzo de 1939, Octavio fue protagonista de un episodio histórico que 85 años más tarde ha servido para aliviar en parte la herida familiar de Fernando Barrero Arzac.

El nexo de unión de Gonzálvez y Barrero es una máquina de escribir que militares republicanos regalaron al primero antes de entregarse al ejército franquista. Esos militares pertenecían a la Brigada 109, establecida en Talarrubias desde el inicio de la contienda.

El abuelo paterno de Fernando, Andrés Barrero, desaparecido en el conflicto civil, era el comisario de esa brigada. Ahora, su nieto ha recibido de la familia Gonzálvez la reliquia con la que los republicanos escribieron la guerra, una Mercedes Prima que se salvó del fuego en el mismo hogar de los Gonzálvez-Ruiz.

"Hablé con papá y le dije: yo creo que Fernando Barrero, que ha hecho un estudio exhaustivo, es la persona que la tiene que tener", cuenta Inmaculada Gonzálvez, una de las dos hijas de Octavio. Y es que Barrero lleva años estudiando y documentando el final de la Guerra Civil para arrojar luz a la desaparición de su abuelo y salvaguardar la memoria histórica.

"No hay constancia documental de su muerte, solo sabemos que mi abuela recibió dos cartas, una fechada el 1 y la otra el 26 de abril de 1939, en las que se podía leer en el reverso Zaldívar", explica Barrero, que tras un arduo trabajo de investigación y después de descartar que el municipio vasco de Zaldibar albergara un campo de concentración, llegó hasta los cortijos extremeños de Casa Zaldívar y La Boticaria, a pocos kilómetros de Casas de Don Pedro, donde en mayo de 1939 fueron fusilados más de medio centenar de republicanos.

Maquina de escribir de la 109 BM Mercedes Prima

Maquina de escribir de la 109 BM Mercedes Prima / F. B.

"La usé mucho en mi época de estudiante"

Con la memoria y los recuerdos intactos, Octavio, que cumplió los 100 años en febrero, relata cómo llegó a sus manos la máquina Mercedes. Su casa de Talarrubias, donde vivía con sus padres y su hermano Ramón, estaba abierta a algunos "milicianos de la cultura" que tenían contacto con su tío Mariano, de ideología socialista.

Aquel joven de 15 años presenció en marzo del 39 cómo esos militares de la República destruían objetos y quemaban papeles y documentos en la lumbre de la cocina. En ese montón de los vencidos se encontraba la máquina que ha atesorado durante su vida y con la que ha escrito sus memorias.

"Toma chaval, porque España va a necesitar de todo", cuenta el centenario que le dijo el militar que le entregó el aparato.

"No hay constancia documental de la muerte de mi abuelo. La familia recibió dos cartas, una el 1 de abril de 1939 y la otra el 26 del mismo mes, en las que se podía leer en el reverso Zaldívar"

Fernando Barrero

— Documentalista

"La máquina se quedó en casa y la usé mucho en mi época de estudiante", reconoce Octavio, satisfecho y contento porque ahora ese retazo de la historia de España esté con Barrero (fue su regalo de Reyes), dedicado en cuerpo y alma a documentar episodios familiares -como el que le toca de cerca- de represaliados de la Guerra Civil.

En todo este relato jugó un papel destacado una mujer, Felisa Casatejada, impulsora de la primera exhumación de víctimas de la represión franquista que se llevó a cabo en Extremadura en 1978. Casatejada, que ha fallecido recientemente y perdió a dos hermanos en la guerra, fue quien condujo a Barrero, natural de Guipúzcoa, hasta el campo de concentración Zaldívar, como se llamó a los caseríos de Casa Zaldívar y Las Boticarias.

Talarrubias

La última vez que Octavio Gonzálvez estuvo en Talarrubias fue en 2019 para asistir al homenaje póstumo que la localidad dedicó a su único hermano, Ramón, que ingresó en el Seminario de Toledo y fue ordenado sacerdote en 1952. Medievalista de renombre internacional, Ramón Gonzálvez Ruiz dirigió la Real Academia de Bellas Artes y Ciencias Históricas de Toledo y fue Archivero de la Catedral Primada de Toledo.

Octavio detalla con una lucidez pasmosa su infancia en el pueblo. "Estábamos a caballo entre Puebla de Alcocer, porque mis abuelos maternos vivían allí, y Talarrubias, donde estaba nuestra casa. Mis abuelos tenían una huerta, tengo muy buenos recuerdos, pasé una buena infancia", confiesa.

"En la escuela fui feliz, mi maestro era Don Mariano, un maestro excepcional, un verdadero apóstol de la enseñanza", rememora el centenario extremeño.

"El café de las doce no lo perdono"

Con un siglo de vida a sus espaldas y dispuesto a llegar a los 101 años, Octavio Gonzálvez goza de una memoria prodigiosa y una salud envidiable.

Afincado en Oviedo, donde reside en su domicilio familiar con una cuidadora, Gonzálvez se jubiló como Jefe de la Brigada de Información de la Jefatura Superior de Policía de la capital del Principado de Asturias.

Entró en el Cuerpo de la Policía Nacional tras aprobar una oposición de Inspector cuando terminó una mili de tres años, y en la Policía ha hecho carrera, ejerciendo además como Comisario Jefe de Avilés.

Este activo centenario también se licenció en Derecho y fue abogado en ejercicio en su ciudad durante varios años al jubilarse.

Pocos a su edad presumen de seguir haciendo vida social.

"Me encuentro francamente bien, la cabeza no se me ha ido y las piernas me obedecen todavía. Todos los días salgo por las mañanas y el café de las doce no lo perdono", resume al otro lado del teléfono minutos antes de salir de casa a su rutina diaria.