julio

Corazones chamuscados

Medios aéreos en la extinción de uno de los incendios del pasado verano.

Medios aéreos en la extinción de uno de los incendios del pasado verano. / Foto: Gustavo Valiente. Europa Press

Un incendio en Las Hurdes ¿Ahora en Monfragüe? otro intencionado en La Garganta de los Infiernos, susto en Santa Cruz de Paniagua… Julio siempre me huele a salitre y a mar, a piscina y a río; huele a vacaciones que llegan o estar por venir. Pero el pasado mes de julio impregnó Extremadura de un denso olor a humo. No ardió toda Extremadura, no; no lo hizo todo el norte cacereño y tampoco devoró el fuego Monfragüe; pero los daños fueron graves, las jornadas largas y tensas; y las consecuencias desoladoras especialmente en el valle hurdano de Ladrillar y en Miravete. Duelen esos paisajes ennegrecidos.

El mes arrancó dispuesto a no dar tregua con las llamas, corriendo encabritadas bien agarraditas de una mano a la sequía y de la otra a unos termómetros disparados ya fuera durante el día o las soporíferas noches. Todo sin tregua. Había mimbres para que el verano se presentara difícil; no sé si tanto, tan intenso y tan pronto: más de 6.000 hectáreas arrasadas ya antes de agosto solo con los fuegos de Las Hurdes y Casas de Miravete como protagonistas son muchas; unos 700 vecinos desalojados, también. Dos mantos de negrura y cientos de corazones chamuscados en unos pocos días. Una huella ecológica y otra humana.

Con los fuegos, casi pasaron desapercibidas las detenciones por el robo del multiestrellado Atrio

En medio de hectáreas arrasadas, niveles de riesgo, focos que se reactivan y pueblos evacuados, pasó casi desapercibido que la policía había llegado al final (o al punto y seguido) del hilo del rocambolesco robo millonario en la bodega del multistrellado Atrio y que ya había dos detenidos (entre ellos una miss de origen mexicano) que ficharon después a una abogada star. La media Extremadura que no estaba aún en la playa desvió la atención a ese asunto pasado el ecuador de julio; más aún quedó arrinconada la ola ‘silenciosa’ de una covid por fin en horas bajas que, sin embargo, seguía llevando a enfermos al hospital; o los efectos ya evidentes de la escalada de precios en la cesta de la compra y la energía... Ahí estaban de nuevo las llamas en Extremadura, en media España y en buena parte de Europa. Y también sus efectos: «La campaña de verano se está hundiendo», alertaba un preocupado sector turístico en la región. Otro reguero de corazones chamuscados. Al final, no es lo que destruyen sobre el terreno las llamas, que también; es lo pesado que resulta ese manto negro que enmarca pueblos y cubre vidas más allá del incendio. Y toca resurgir de esas cenizas, sacudirlas y esperar a que reverdezca el paisaje y la vida. Y luego protegerlo (y protegerse) más y mejor, por si otro fuego...

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