TRES

Los vacíos de una guerra

Con Ucrania se nos encogió el alma pero debiéramos haberlo hecho antes, con todos los refugiados

El abrazo de los primeros refugiados ucranianos que llegaron a Extremadura.

El abrazo de los primeros refugiados ucranianos que llegaron a Extremadura. / CarlaGraw

Después de un mes confinados y un país completamente parado por la pandemia, de salir a la calle con mascarilla, de dejar de abrazarnos con los nuestros, ... Ya nada parecía imposible. Pero ¿una guerra?, ¿entraba en nuestros planes una guerra armada? El día que Rusia invadió Ucrania regresó el miedo. Las imágenes de miles de personas huyendo del país coparon los medios de comunicación. Pero recuerdo una que no se me borra: una mamá con su bebé envuelto en mantas dando tumbos sin saber a dónde dirigirse. Quizá fue la misma que vio la cacereña Inmaculada Polo. U otra, porque eran miles de mamás las que intentaban poner a salvo a sus hijos tras haber vivido un infierno refugiados en búnkers improvisados para protegerse de las bombas. Pero esta cacereña decidió pasar a la acción y con su marido trajeron a Extremadura a los primeros nueve refugiados.

Entre ellos una joven de 26 años. Venía sola. Sus padres la habían obligado a marcharse del país para protegerla, pero ella se negaba. Se pusieron en contacto con una cacereña, madre de un amigo suyo, para pedirle si podía quedarse en su casa. La recibió con los brazos abiertos, pero la joven estaba desolada. «Me siento vacía», me decía en aquella primera conversación, con lágrimas en los ojos. No sabía cómo iba a encauzar su vida ella sola, sin apoyo, sin familia. Nunca he vuelto a saber de ella. Probablemente se marchó de Extremadura porque aquí pocos de los que llegaron han conseguido, casi un año después, encontrar un trabajo para labrarse un futuro. De hecho ya son varios los que han decidido regresar a Ucrania. Preferían volver a un país devastado que tener que vivir de la caridad. Duro.

Lo que han vivido los ucranianos no es una novedad. Sí para Europa, que miró de cerca una guerra, pero no para el mundo. En la última década se han visto obligados a dejar sus casas 32 millones de personas de diferentes países, pero al mundo le encogió el corazón Ucrania, por egoísmo, porque nunca pensamos que pasara esto tan cerca de nuestra casa. Y cuando el peligro se acerca, es cuando empatizamos. Pero debiera habérsenos encogido el alma con todos, debiéramos haber explotado de solidaridad antes. Y seguir haciéndolo porque Ucrania sigue en guerra y a nosotros ya se nos ha olvidado. 

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