femenino plural

Las jóvenes actuales entierran la atávica vergüenza de la soltería

Las solteras de entre 30 y 40 años han pasado de 770.000 en 2001 a 1,4 millones en 2022 en España. Las nuevas generaciones ya no entienden la maternidad como «una meta» de vida ineludible

Nadia Ramos, maestra de 25 años, afirma que tener hijos no es su «meta» en la vida, sino que antes tiene otras muchas prioridades.

Nadia Ramos, maestra de 25 años, afirma que tener hijos no es su «meta» en la vida, sino que antes tiene otras muchas prioridades. / ferran nadeu

Samar Elansari

Una revolución se cuece en el colectivo de mujeres que hoy tienen entre 25 y 40 años, quizá la primera en enviar realmente al garete la atávica vergüenza de la soltería femenina y en transitar por la vida adulta fuera del esquema hijos-pareja estable. El fenómeno está ahí, a nuestro alrededor. Pero también en las estadísticas. Según el INE, el número de mujeres solteras de entre 30 y 40 años ha pasado de 770.000 en 2001 a 1,4 millones en 2022. Casi se ha doblado. Además, el 47,3% de los niños que nacen ahora, con la natalidad cayendo en picado, son hijos de madres no casadas. No quiere decir que sean hogares monoparentales, sino que nacen fuera del matrimonio. Y en contra de los mandatos tradicionales –que casi consideraban la soltería como un inframundo social–, el 60% de las mujeres solteras dicen estar encantadas de serlo.

Milenials

Hay consenso en que este cambio en cuanto a maternidad y relaciones afectivas se empezó a gestar con la generación milenial y sigue con la zeta, un fenómeno casi más documentado en las series de televisión (de Girls a Autodefensa) que en las investigaciones académicas.

Es cierto que la inestabilidad laboral y las dificultades en el acceso a la vivienda dan combustible a la precariedad y a menudo acaban postergando la maternidad. Sin embargo, no lo explican todo. Alguna cosa se está moviendo en las profundidades de las expectativas vitales y de las relaciones afectivas.

Meritxell Rodríguez tiene 27 años y un latir generacional. «Para poder tomar decisiones como estar en pareja o ser madre, primero tenemos que sentirnos llenas con la vida que tenemos», afirma. Lo cierto es que en los últimos años, el discurso feminista ha puesto patas arriba los viejos mandatos sobre lo que se supone que debe ser la vida adulta de las mujeres.

Con los números de la encuesta del uso del tiempo en EEUU en la mano, el académico Paul Dolan ya afirmó en 2019: «Si eres un hombre, probablemente deberías casarte; si eres mujer, no te molestes». Según aquella encuesta, las mujeres solteras y sin hijos tienden a vivir más y a ser más felices. 

Una de las grandes autoridades de este asunto es la escritora y periodista argentina Tamara Tenenbaum (Buenos Aires, 1989), autora del ensayo El fin del amor, en el que se ha basado precisamente la serie homónima de Leticia Dolera. Según ella, la generación de sus madres fue la que rompió con aquel mandato de aguantar por los hijos, por el qué dirán, por lo que fuera. Y ahora la suya, afirma, anda cambiando las reglas y ensayando las relaciones igualitarias a la vez que entierran el mito de amor romántico y sus mantras: sin ti no soy nada, eres mía, amor verdadero para toda la vida.

«Cuando las mujeres pueden ser independientes, también se les abre la posibilidad de decidir si quieren tener pareja», afirma la escritora, quien considera que el modelo de convivencia hombre-mujer «como base de la organización social» ya está cambiando y que todavía lo hará mucho más: «Seguramente estaremos en pareja un tiempo, quizá luego lo dejemos y puede ser que en unos años volvamos a ello. La vida de la gente va a ser así. Y está bien».

Ana Martínez es arquitecta y tiene 26 años. Ella siempre ha tenido claro que su prioridad era impulsar su carrera profesional, y el hecho de querer ser independiente, afirma, le ha hecho reflexionar sobre los roles de las mujeres. «Parece que aún sea un comportamiento anómalo no responder a los mandatos de género que históricamente nos han adjudicado. Aún existe ese pensamiento que nuestra meta como mujeres es tener un marido, hijos y una familia perfecta, y la realidad es que muchas de nosotras ni nos lo planteamos», explica.

Revoluciones

Todo este asunto tampoco es ajeno a la revolución afectiva y sexual que parece estar en marcha. La pareja monógama ha dejado de ser la única opción, sobre todo para la generación más joven. La periodista y sexóloga Noemí Casquet (Sabadell, 1992) apunta que a partir de los años 2000 se empezó a visibilizar la sexualidad femenina y arrancó una nueva conversación sobre identidad de género y orientación sexual que está abriendo nuevos horizontes. «Ahora cada vez hay más personas que, a pesar de tener una pareja sentimental, también mantienen relaciones con otra gente y eso no quiere decir que el vínculo con tu pareja se tenga que romper», dice. 

La maternidad también está dejando de ser casi una obligación tácita o un objetivo ineludible para pasar a ser una opción. Aun así, la percepción general es que aún persiste la presión social que incita a las mujeres a ser madres, que idealiza la maternidad y pone esta etapa como una meta. «Toda la vida nos han metido en la cabeza que tenemos que ser madres para llevar una vida plena y no es así para nada», explica Henar Álvarez en su podcast Dos rubias muy legales.  

Noemí Casquet, sin embargo, no elude el hecho de que en los deseos y decisiones vitales como la maternidad también se enredan las condiciones materiales de vida. «Muchas de nosotras tenemos un trabajo precario y lo poco que ganamos lo ahorramos para poder pagarnos un estudio y vivir solas o para poder viajar», explica. «Además, no nos podemos plantear cuidar de un niño cuando no tenemos recursos ni para vivir dignamente nosotras mismas». 

«Quizá en algún momento me lo plantearé, porque me gustan mucho los niños, pero no es mi meta en la vida, tengo muchas otras prioridades», explica Nadia Ramos, maestra de 25 años.

Espacio patrocinado por

Espacio patrocinado por