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REPORTAJE

La rehén insignia de Colombia

La rehén insignia de Colombia

Los psicólogos la llaman muerte suspendida : es la angustia de quienes sufren el secuestro de un ser querido. "Soy distinto al Juan Carlos que ella conoció, al que ella amó. Ya no soy un tipo tranquilo y despreocupado", admite Juan Carlos Lecompte, esposo de la excandidata a la presidencia de Colombia, Ingrid Betancourt. La exsenadora lleva tres años en poder de las FARC. Hace casi dos que Lecompte no recibe pruebas de que está viva.

"No sé si cuando Ingrid salga seguirá enamorada de mí, ni sé tampoco si yo seguiré enamorado de ella. No sé si le gustará la persona en que me he convertido", escribe en Buscando a Ingrid , un libro recién publicado en Colombia que recoge el vía crucis de 1.100 días vivido por Lecompte y la familia de su esposa desde el 23 de febrero del 2002. Ese día, Betancourt fue secuestrada en una zona selvática del sur de Colombia que hacía poco había sido el escenario de las fracasadas negociaciones de paz entre el grupo insurgente y el Gobierno del expresidente Andrés Pastrana.

La mano de Francia

Betancourt, que también es ciudadana francesa, se ha convertido en el símbolo internacional de los secuestrados en Colombia, cerca de 3.000 personas. En el tercer aniversario de su secuestro, el pasado 23 de febrero, una gran foto suya fue desplegada en las fachadas de los ayuntamientos de París y Bogotá. Ese día, el presidente francés, Jacques Chirac, dijo que París agotaría todos los esfuerzos para obtener su liberación.

El secuestro es, sin duda, un drama que desgarra a Colombia y que carcome a las familias de los rehenes. Eso queda reflejado en el libro de Lecompte. "Hace algunos meses, de boca de una campesina de la región, oí decir que Ingrid pasó caminando con 30 guerrilleros por un caserío llamado Unión Peneya. Dicen que la han visto en Cartagena del Chairá, un municipio de 30.000 habitantes a orillas del río Caguán. También circula la versión de que la han visto muy lejos de allí, en un hospital de Plandas, al sur de la provincia del Tolima. Pero también dicen haberla visto en Bota Caucana, en el Putumayo", revela. También cuenta que, durante varias semanas, visitó a una vidente que le aseguró que veía por los ojos de su esposa. No volvió a verla, pero dice que su compañía le "ayudó durante semanas de profundo desespero".

La angustia llevó a Lecompte a hablarle a su mujer a través de Las voces del secuestro , un programa de radio hecho para que los familiares de los secuestrados envíen mensajes de aliento. "Resulta extraño hablarle al vacío buscando que tu voz alcance a la persona que amas, que recorra kilómetros para llegar hasta ella con la expectativa de derrotar la distancia. Me imaginaba a Ingrid tendida en un catre y con un radiecito en la mano que le iba a permitir escucharme. Hacía fuerza para que las pilas no se le terminaran antes de que me tocara el turno. Le dije a Ingrid, o por lo menos le dije al aire: ´Hoy es mi cumpleaños. Te llamo para que me abraces desde donde estés´", dice en el libro.

Los hijos de Ingrid, Melanie y Lorenzo, también se pusieron delante del micrófono. Parecía que enfrentaban bien la tragedia, pero Lecompte cuenta que un día encontró a Lorenzo encerrado en el armario de su madre, entre su ropa. "Quiero oler a mi mamá", le dijo a su padre.

No se sabe si Betancourt está viva o muerta. "Ha podido pisar una mina, irse por un barranco o la ha podido morder una culebra. Una bala perdida la ha podido herir o, no sé, no sé qué más pensar", contó Lecompte en una entrevista. A esa angustiosa incertidumbre se suma la dificultad de que el Gobierno del presidente Alvaro Uribe llegue a un acuerdo humanitario con la guerrilla que permita la liberación de Ingrid y de los miles de secuestrados en poder de las FARC, entre ellos soldados y policías que llevan más de siete años retenidos.

Yolanda Pulecio, la madre de la excandidata, ha denunciado que Uribe se dedica a boicotear activamente todo acuerdo para liberar a su hija. "En varias oportunidades en que se ha logrado comunicación con la guerrilla a través de la ONU, la Iglesia, la Cruz Roja o los países amigos para acercar las posiciones en torno al acuerdo humanitario, es el presidente Uribe quien, al enterarse, hábilmente se interpone para evitar una solución", denunció en un acto en el que se conmemoró el tercer aniversario del secuestro de Betancourt.

La guerra se recrudece

Las FARC quieren que Bogotá libere a unos 500 guerrilleros presos a cambio de la liberación de Ingrid, 34 oficiales y suboficiales del Ejército y la policía, tres agentes de EEUU y 26 políticos que están en su poder. Uribe opina que el canje haría aumentar los secuestros, desmoralizaría a los militares --sobre todo si la guerrila vuelve a las armas-- y debilitaría al Estado.

A lo largo de varios meses ha habido un tira y afloja respecto al canje de prisioneros políticos que, de momento, no ha conducido a ninguna parte. En julio del 2004, por ejemplo, el Gobierno propuso liberar a 50 guerrilleros presos. Un mes más tarde, las FARC contestaron que les correspondía a ellas definir "cuáles y cuántos" eran sus presos. En diciembre, tras la liberación de 23 guerrilleros con la promesa de que no volverían a combatir, la insurgencia guardó silencio.

El Gobierno también desoyó, en julio, la labor de la Iglesia católica y le propuso a Suiza y Francia que fueran facilitadores del canje. "Los familiares desfallecemos de angustia ante las infinitas postergaciones y negativas de las dos partes que tienen la posibilidad de acabar con nuestra pesadilla", escribe Lecompte, quien advierte de que la situación es desesperada: en la medida en que se intensifica la guerra y aumentan los operativos militares del Gobierno, disminuyen las posibilidades de volver a ver con vida a los secuestrados.

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