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50º aniversario del Tratado de Roma La opinión

Actor político global

Europa se ha convertido en una referencia universal

Cuando el 25 de marzo de 1957 se firmó el Tratado de Roma, pocos se hubieran imaginado la extensión y profundidad de los cambios que semejante acontecimiento iba a acarrear. En los 50 años transcurridos, es una verdadera transformación lo que Europa ha vivido. De una Comunidad Económica Europea compuesta por tan solo seis países, hemos pasado a formar una Unión Europea integrada por 27 estados miembros, y que es hoy un actor político a escala mundial.

Aunque, en el inicio, el objetivo más evidente fuera promover la cooperación económica entre los signatarios, a nadie se le escapa que la motivación era principalmente política: que los europeos nunca volviésemos a sufrir una guerra. Y así ha sido para aquellos estados que se han adherido al proyecto y que, paso a paso, han ido edificando la Unión que conocemos hoy. Desde que se inició este proyecto, ningún Estado miembro ha vuelto a tomar las armas para dirigirlas contra su vecino.

Naturalmente, este afán de paz no lo tenemos únicamente para los estados miembros. Nuestra responsabilidad va mucho más allá. La tenemos primero con nuestros vecinos más directos. Por esta razón nos importa tanto ayudar a resolver los focos de tensión que aún subsisten en nuestro propio continente, y trabajamos con los países de los Balcanes que aún no han resuelto todos sus problemas. Lo tenemos que hacer por convicción, pero también por necesidad, porque la estabilidad más allá de nuestras fronteras es una garantía de estabilidad para todos nosotros.

Más allá de nuestro continente, también la UE es una referencia, lo que la ha llevado a asumir nuevas responsabilidades, especialmente en el campo de la resolución de conflictos. Y precisamente el campo en el que probablemente más haya progresado la UE sea el de la Política Europea de Seguridad y Defensa (PESD). La rapidez con la que se ha desarrollado ha sido extraordinaria, lo que podría parecer paradójico ya que se trata de una de las áreas donde con más fuerza se manifiesta el principio de soberanía estatal. A través de una serie de instrumentos --capacidades civiles y militares rápidamente desplegables, nuevas instituciones y mecanismos decisorios más eficientes-- la UE puede desempeñar un papel más acorde con sus responsabilidades.

Si miramos el mapa mundial, no existe prácticamente ninguna crisis, ningún problema importante sobre el cual no se consulte a la UE. Desde Africa hasta Oriente Próximo y más allá, la Unión está llevando a cabo misiones que permiten salvar vidas, proteger a los más vulnerables y crear más estabilidad. Para ello, la UE utiliza todas las herramientas de las que dispone: el profundo conocimiento de los países en los que actua, el diálogo, pero también la acción. Si yo soy el primero en creer en la fuerza de las palabras, también soy el primero en defender que la UE debe comprometerse con recursos civiles y militares allí donde sea necesario.

Así lo estamos haciendo, por ejemplo, en la República Democrática del Congo (RDC). En verano colaboramos estrechamente con la fuerza de las Naciones Unidas (MONUC) para mantener la paz y el orden público durante el periodo electoral, una fase delicada y esencial del proceso de transición democrática en dicho país africano. Sin embargo, el de fin la misión, en noviembre, no significó el fin de nuestro respaldo a la RDC, ya que mantenemos allí una misión de asesoramiento.

En Oriente Próximo desarrollamos una labor intensa, mediando entre las partes y consultando a los actores regionales e internacionales. Fuera de Europa, es la región del mundo a la que viajo con más frecuencia, con la voluntad de hallar cuanto antes una solución a un conflicto que dura hace demasiado.

Los padres fundadores iniciaron una aventura apasionante. No podían imaginarse el camino que recorreríamos en 50 años, pero su mérito fue abrirnos el camino por el que hemos ido creando un espacio de paz, estabilidad y prosperidad en Europa, con vocación de proyección de nuestros valores en el mundo. El éxito de nuestro proyecto, a la vez que nos da la necesaria legitimidad, hace que, desde fuera, Europa sea vista cada vez más como un actor global y necesario para la prevención de conflictos, el mantenimiento de la paz, la promoción de los valores democráticos y la reconstrucción de los países.

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