El Ejército mexicano acribilla a tiros al ´jefe de jefes´ del narcotráfico

Cayó el que se hacía llamar el jefe de jefes . Arturo Beltrán Leyva, capo de uno de los más grandes y violentos cárteles mexicanos de la droga, murió ayer junto a seis de sus guardaespaldas en un enfrentamiento con los infantes de Marina en plena ciudad residencial de Cuernavaca, a 90 kilómetros de la ciudad de México. Después de tres años de guerra contra el narcotráfico, el presidente mexicano, Felipe Calderón, pudo presumir por fin de "un golpe contundente contra una de las organizaciones criminales más peligrosas de México y del continente".

El cuerpo de Beltrán quedó en la puerta de su apartamento convertido en un colador tras el largo e intenso tiroteo, entre un montón de dólares y 14 cargadores de fusiles de asalto. Con su cabeza tasada en 30 millones de pesos (más de un millón y medio de euros), el líder de los hermanos Beltrán Leyva, exdirigente del cártel de Sinaloa y aliado del grupo Los Zetas, era "uno de los tres delincuentes más buscados por el Gobierno federal y por autoridades de otros países", recalcó Calderón. Los otros dos son Joaquín el Chapo Guzmán y Alfredo el Mayo Zambada.

FIESTA INTERRUMPIDA Las alianzas y peleas entre esos y otros narcotraficantes a raíz de la guerra desatada contra las bandas por el presidente han acabado con la tranquilidad de Cuernavaca, esa ciudad de la eterna primavera para retirados ricos, y otras localidades del estado de Morelos, vecino a la capital.

El viernes pasado, los militares interrumpieron en la vecina localidad de Ahuatepec una narcoposada , una fiesta prenavideña de familias del cártel de los hermanos Beltrán Leyva. Actuaban los conocidos grupos Ramón Ayala y Los Bravos del Norte. Hubo tres muertos y 11 detenidos. Y allí empezó el ovillo que acabó en el espectacular operativo de ayer. Porque el jefe de jefes estaba en aquella fiesta y logró huir.

El edificio de 15 pisos del conjunto residencial Punta Vista Hermosa se convirtió en un campo de batalla desde el anochecer del miércoles, madrugada de ayer en España. Una docena de maleantes recibieron con fuego nutrido y granadas de mano a los 50 marinos que se descolgaron de dos helicópteros y cercaron por tierra ese lujoso condominio del centro de Cuernavaca.

Los militares pasaron por las casas para instar a los vecinos a que no salieran y se sentaran en el suelo, y agruparon en el gimnasio a los que andaban por abajo. Las familias, partidas, vivieron con angustia "una balacera impresionante, espantosa". Muchos intercambiaron mensajes con el móvil pese a la prohibición militar de utilizarlo.

Los sicarios que acompañaban a Arturo Beltrán salieron del apartamento, en el segundo piso, para enfrentarse a los infantes de Marina desde distintas posiciones, hasta el final. Uno se suicidó cuando estaba cercado. El capo acabó cazado en la misma puerta de un apartamento agujereado desde la fachada hasta el interior. Las autoridades presentaron después a tres detenidos: dos mujeres y un tipo con la cara tumefacta que "se negaba a identificarse". Durante el operativo, además de los siete miembros del cártel de los hermanos Beltrán Leyva, murió un oficial y dos militares resultaron heridos.

TRABAJO INTENSO Desde Copenhague, donde participaba en la cumbre del cambio climático, Felipe Calderón destacó que "esta operación fue producto de una intensa labor de inteligencia de la Armada de México". A esas horas, eran ya medio millar los marinos y soldados que custodiaban en Cuernavaca los restos de Arturo Beltrán Leyva y sus seis sicarios. La muerte de uno de los tres grandes capos de la droga es el triunfo que le urgía a Calderón para afrontar otros tres años de guerra contra el crimen organizado. Así, prometió: "El Gobierno federal seguirá en esta lucha para hacer de México un país de leyes y de libertades donde las familias puedan vivir tranquilas y en paz".