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TRAS EL GESTO DEL REGIMEN CASTRISTA.

De Cuba a Vallecas

Desorientación y preocupación presiden los primeros días en libertad de los cubanos excarcelados.

De Cuba a Vallecas

La vida llevó al padre, Antonio Villareal, a una prisión cubana por defender los derechos humanos, y al hijo, de idéntico nombre, al Ejército de Estados Unidos, donde ostenta el grado de teniente. Después de una friolera de años sin verse, se abrazaron hace una semana en el madrileño barrio de Vallecas. Pero la alegría inicial se ha revelado poliédrica. Basta convivir con ellos unos días para cerciorarse de que tiene tantas aristas que hay espacio, y mucho, para la desorientación, la incertidumbre, la ansiedad y una profunda preocupación. No están siendo fáciles los primeros pasos en libertad.

Ni para Antonio Villareal ni para el resto de los 19 presos políticos, del total de 52, liberados por el régimen castrista y acogidos por España tras arduas negociaciones de la Iglesia católica coronadas por el ministro de Exteriores español, Miguel Angel Moratinos, con uno de los éxitos incontestables al frente de su cartera. No es fácil ni para ellos ni para sus familiares, arrancados, literalmente y por decisión propia, de su vida y de su cotidianeidad, a cambio de ver libres a los suyos.

MIRADA VIDRIOSA Y PERDIDA "Es difícil hablar con él", explica Antonio, hijo, sentado frente a su padre y compartiendo un helado en la recepción del hostal Welcome donde les han hospedado, ubicado en medio de un desangelado polígono industrial de Vallecas, a casi una hora del centro del Madrid en transporte público. "Está frito", sentencia. Es su expresión para referirse a los graves problemas psicológicos que padece su progenitor, Antonio Villareal, condenado a 15 años de cárcel por defender los derechos humanos en la isla caribeña desde la presidencia del Frente Democrático Independiente.

Antonio, padre, tiene la mirada vidriosa y perdida. "Pensaba que sería diferente", acierta ahilvanar, pero no continúa. Ya se ha vuelto a marchar. Cuando regresa, solo él sabe de dónde, sentencia: "Cuando mis heridas estén cicatrizadas, alguien estará pagando por haberlas hecho". Y añade: "Es muy fácil olvidar con quién reíste, pero muy difícil olvidar por quién lloraste". Un silencio sucede a una mueca de dolor. Cuesta seguir preguntando, porque cada pregunta es recibida como una puñalada por su destrozada mente. Volverá a medicarse y, tras la cena, se dormirá.

La mujer de Antonio, Silvia Aguado, es dama de blanco y viste de un blanco impoluto. De una fortaleza evidente a simple vista, se reconoce, sin embargo, desbordada. "Son muchas emociones, cambios muy bruscos en pocos días", dice, para recordar cómo hizo la maleta en silencio, entre incrédula y emocionada, cómo se despidió de su anciana madre y cómo fue el encuentro con su marido en la escalerilla de un avión, un momento tan íntimo como esperado, a la vista de los policías.

Su preocupación se divide entre su trastornado esposo y su hija adolescente, Diani, de 13 años, que ha tenido que dejar su mundo, para ella maravilloso, en Villa Clara, una zona rural en el norte de la isla, donde se ha quedado su primer amor. De la noche a la mañana. De Cuba a Vallecas.

ATENCION PSICOLOGICA "Ayer tuvo que venir la psicóloga a hablar con ella y a darle un tranquilizante", explica la madre de Diani, profundamente preocupada porque le dijo que prefería morir si no podía volver a Cuba. El futuro, más que incierto, con un marido enfermo y una hija adolescente, le provoca ansiedad. Mitigada por la presencia de su hijo Antonio, Toni, el sólido anclaje en EEUU. De hecho, el último objetivo es abandonar España con destino al estado norteamericano de Florida.

Es Toni quien reflexiona sobre lo duro que va a ser el proceso de adaptación. "Otros presos más lúcidos mentalmente que mi padre están también muy desorientados, no tienen cultura de lo que es pagar un piso, unos impuestos y solamente analizan el capitalismo como la posibilidad de consumir con más libertad". Libres pero desorientados.

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