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REVUELTA EN EL MUNDO ÁRABE / el pulso entre el poder y la calle

Suleiman: "Diálogo o golpe"

Una oleada de huelgas en todo el país estrecha el cerco de la oposición al régimen de Mubarak.

Suleiman: "Diálogo o golpe"

Ya no es solo la plaza Tahrir o sus réplicas en las principales capitales. La revuelta egipcia parece haber entrado en una nueva fase, mucho más comprometida para el régimen de Hosni Mubarak. Miles de obreros se declararon ayer en huelga en todo el país, incluidos 6.000 trabajadores del canal de Suez, uno de los pilares esenciales de la economía nacional. Su plante coincidió con varias muertes de manifestantes en las provincias y con la colonización pacífica de los accesos al Parlamento y la sede del Gobierno en El Cairo. Superado por el nuevo ímpetu de la protesta, el régimen amenazó con la intervención del Ejército.

Egipto está inmerso en una incontrolable ciclotimia. Si el patetismo de Mubarak expresando su deseo de morir en el país calmó la ira de parte de la ciudadanía hace una semana, las lágrimas en directo del ejecutivo de Google, Wael Ghonim, por los muertos de la revuelta que inspiró desde Facebook han tenido el efecto contrario. Repunta el peregrinaje a Tahrir y crece la agitación social en todo el país. En Port Said, a orillas del canal de Suez, un grupo de manifestantes prendió fuego al edificio de Gobernación después de que apareciera en la papelera un escrito con quejas entregado al gobernador, según la prensa local.

PERDIDAS MILLONARIAS Pero ninguna amenaza se antoja más seria para el régimen como las huelgas iniciadas ayer. Desde el 25 de enero, el país pierde cada día 310 millones de dólares. La construcción está paralizada por los problemas de abastecimiento y el turismo ha cesado. "No podemos soportar esta situación durante mucho tiempo. Hay que cerrar la crisis cuanto antes", dijo martes el vicepresidente, Omar Suleiman.

En los paros convocados ayer participaron unos 20.000 trabajadores. Desde enfermeras y ferroviarios a obreros del textil y la alimentación. No está claro si la suya es una adhesión formal a la revuelta u otra señal más de que los egipcios le han perdido el respeto y el miedo a la autoridad. Muchos se limitaron ayer a pedir la subida de salarios prometida por el Gobierno y mejores condiciones laborales.

Más delicada es la huelga en el canal de Suez. De momento, sigue operando con normalidad, pero la perspectiva de que se vea afectado por las turbulencias que sufre el país genera una enorme inquietud en la economía global. Unos 35.000 cargueros cruzan el canal cada año en tránsito entre Asia y Europa, incluido cerca del 1% de la producción mundial de petróleo.

"AVENTUREROS" Más acorralado cada día que pasa, el régimen sigue sin ceder. Las reformas cosméticas prometidas estos días no han convencido a nadie. Y se está quedando sin cartas, incluso las represivas. Utilizada ya la policía y los esbirros camuflados de paisano, el ministro de Exteriores, Ahmed Aboul Gheit, amenazó ayer con utilizar el Ejército para proteger la seguridad nacional si "algunos aventureros tratan de tomar el poder y supervisar el proceso de transición".

Más críptico había sido horas antes Suleiman, el nuevo hombre fuerte del régimen desde que Mubarak se convirtiera en un cadáver político. No hay más alternativa al diálogo que "un golpe", aseguró en una reunión con periodistas egipcios. Preguntado sobre si se refería a un golpe de los militares egipcios, contestó que el golpe "vendría de una fuerza sin preparación para gobernar" que intentaría derribar el armazón estatal. A estas alturas, la mayoría de la oposición da por zanjado el diálogo con el régimen. Como ya hiciera Mohamed el Baradei, la islamista Hermandad Musulmana advirtió ayer de una posible radicalización de la revuelta.

Desde hace dos días los reformistas han ocupado la calle del Consejo del Pueblo, el símbolo del poder político del régimen. Ningún egipcio podía entrar hasta ahora en ella. Ayer muchos rezaron sobre su asfalto.

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