Injerencia electoral

Polonia teme una nueva guerra híbrida de Bielorrusia y el Grupo Wagner en su frontera

La guardia fronteriza polaca lleva días advirtiendo de una creciente presión migratoria en los 400 kilómetros de frontera compartida con Bielorrusia, el principal aliado regional del presidente ruso

Imágenes de la tensión en la frontera entre Polonia y Bielorrusia.

Imágenes de la tensión en la frontera entre Polonia y Bielorrusia. / EFE

Marina Ferrer

Las alertas de Polonia en torno a la situación del flanco este de la OTAN y la necesidad de reforzarlo se centraron de nuevo en la llamada “guerra híbrida”, propulsada desde Bielorrusia y ahora con la amenaza añadida que representa el desplazamiento a ese territorio de miles de mercenarios del grupo Wagner. Que a su líder, Yevgeny Prigozhin, se le sitúe tan pronto en África como buscando resituarse tras su fracasada revuelta contra Vladímir Putin importa poco. La reciente mención del presidente bielorruso, Alekandr Lukashenko, de que los wagneritas podían pretender “darse un paseo hasta Varsovia” revitalizó la necesidad polaca de reforzar la frontera. Ese es el parecer del gobierno liderado por el ultraconservador partido Ley y Justicia (PiS) del primer ministro Mateusz Morawiecki y comandado por el hombre fuerte del país, Jaroslaw Kaczynski.

La guardia fronteriza polaca lleva días advirtiendo de una creciente presión migratoria en los 400 kilómetros de frontera compartida con Bielorrusia, el principal aliado regional del presidente ruso. En lo que va de año se registraron unos 16.000 intentos de cruzarla de forma irregular y la semana pasada se alcanzó la cifra de 300 casos en un solo día. Es decir, un nivel similar al notificado en los momentos álgidos de la anterior guerra híbrida migratoria, en 2021, cuando Polonia, Lituania Letonia denunciaron la presencia de centenares de refugiados que pretendían ingresar en su país, a los que el régimen de Lukanshenko empujó hacia sus fronteras con intención, según Varsovia, desestabilizadora. Centenares de ellos quedaron en tierra de nadie, atrapados entre dos guardias fronterizas: la polaca, que les rechaza, y la bielorrusa, que les empelía.

Varsovia respondió entonces levantando una valla a lo largo de 186 kilómetros de esa frontera compartida, con barrotes de hasta 5,5 metros de altura y protegida por modernos sistemas de cámaras y sensores. Cerró prácticamente todos sus pasos fronterizos con Bielorrusia, como hicieron los vecinos bálticos, con excepción de dos vías ferroviarias. Ahora Kaczynski y Morawiecki hablan de aumentar los efectivos militares en esa franja, mientras denuncian ante la OTAN nuevas “provocaciones” desde el régimen de Minsk.

Más soldados

A los 5.000 miembros de la guardia fronteriza, más 2.000 soldados y 500 antidisturbios deben sumarse un número aún no concretado de efectivos, reforzados además por un voluntario de una fuerza paramilitar adscrita a Defensa. Entre las “provocaciones” denunciadas por Varsovia estuvo la incursión en su espacio aéreo de dos helicópteros militares bielorrusos, cuya presencia fue detectada por Polonia y negada por Minsk.

No hay cifras concretas sobre el alcance de la presencia de wagneritas en territorio bielorruso, con qué propósito y menos aún si hay alguna relación entre éstos y las presión en la frontera por parte de una nueva oleada de inmigración irregular. Pero el cóctel entre estos términos –migración, mercenarios rusos y fronteras- acapara los titulares polacos en un verano en que se respira en el país aires de pre-campaña electoral, a la espera de que el presidente Andrzej Duda convoque los próximos comicios nacionales.

Tensión electoral

Se estima que lo hará en los próximos días –antes del 15 de agosto, según los plazos marcados por la Constitución para el término de la presente legislatura--. Y se calcula que la fecha elegida será entre el 15 de octubre y el 5 de noviembre, también de acuerdo a lo establecido.

La máxima tensión se sitúa entre el PiS de Morawieki y Kaczynski y la oposición liberal de la Plataforma Cívica (PO) que lideró Donald Tusk, al que el gobierno actual acusa de haber debilitado el país mientras estuvo en el poder, hasta 2015. Hay un tercero en liza, el ultraconservador Slawomir Mentzen, una versión aún más radical y populista que el PiS.

El propósito del PiS es convocar para la misma fecha de los comicios legislativos un referéndum sobre la reforma migratoria propuesta por la Comisión Europea (CE) y que tanto Polonia como Hungría, entre otros países, rechazan. El no húngaro y polaco a todo reparto o reubicación obligatoria de refugiados es de sobras conocido. Se agudizó con la crisis humanitaria de 2015, cuando Alemania acabó recibiendo en su territorio más de un millón de solicitantes de asilo –en su mayoría, procedentes de Siria--, mientras otros socios de la UE cerraban sus fronteras.

La guerra híbrida y los miles de refugiados, muchos de ellos asimismo sirios, que Minsk arrastró hasta las fronteras polaca y bálticas en 2021 devolvió a la actualidad el rechazo polaco a acoger inmigración irregular, sobre todo si es musulmana. Polonia mostró su rostro más solidario acogiendo a millones de ucranianos en su territorio a partir de febrero de 2022, con el inicio de la invasión rusa. Pero en esta respuesta solidaria entran una serie de factores específicos, desde la vecindad con el país invadido por el gran enemigo común –Rusia-- al hecho de ser mayoritariamente cristianos y procedentes de sociedades parecidas.