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Tribuna

Anda, levántate y anda

Llegué al servicio de Rehabilitación del Hospital de Mérida cojitranco, renqueante y escasamente ducho con las muletas; lo mío no era andar a cuatro palos, que se sumaban a los habituales traspiés de la vida (misma) juntándose a la pata quebrada. "Vas a hocicar", decía Gloria, con jota. Pero la ambulancia me dejó en la puerta de abajo del hospital con unas estupendas vistas a la cafetería. Y llegué a Rehabilitación encontrándome, de frente, a los Angeles del SES.

A Guadalupe ya la conocía de los viejos tiempos de mi querido Antonio Vázquez , y a Rafael de vernos por Mérida, pero a los otros angelotes, Pilar , Patri , Petri , pues no. Cada uno cuenta el hospital como la feria, como le va. Pues a mí me ha ido bien gracias a unos profesionales que te reconcilian con la sanidad pública extremeña (si es que alguna vez has estado enfadado), que te reciben con un trato profesional y humano agradable, con una eficacia agradable y con unos resultados definitivamente agradables, demostrando que se puede realizar una labor médico sanitaria de una manera muy digna, haciendo que parezcan bonitas, a veces, esas cosas de la vida corriente. Como creyente creo en Dios y siempre se pueden producir milagritos, pero aquí se trata de creer firmemente en la posibilidad de la salud, por cojitranco que parezca.

Anda, me decía Pilar, levántate y anda, no seas quejica, pesas, pedales y mucho hielo. Además, mi victimismo se vino abajo cuando una señora con 20 años más que yo se quejaba 30 veces menos que yo, vamos que no se quejaba. Y yo sí, porque con el paso del tiempo he descubierto partes de mi cuerpo que no sabía podían dolerme (algo así como el aloe vera de los músculos) y, lo que es peor, se me enfrían cosas que mucho me temo están volviendo al sitio de donde salieron hace 60 años. Nunca es demasiado tarde para nada, para descubrir huesinos recónditos y animarte a volver a empezar, otra faceta de los Angeles del SES destacable, su trato psicológico amable.

Llegué a Rehabilitación del Hospital de Mérida cojitranco, renqueante y cabreadizo. Pero el último día salí de casa canturreando a Hombres G eso de "hoy, hoy, algo me dice que me van a rehabilitar bien". Al salir, me crucé con la mirada de alguien que, acompañado por el Sr. Alzheimer, me sonreía amable ante las puertas del hospital... y del olvido y, eso, eso, tampoco se puede pagar.

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