EN MI ATALAYA

Segunda epístola a Markitos

Rafael Angulo

Rafael Angulo

Decía Don Quijote citando a no sé quien que mas bien parece el soldado muerto en la batalla que vivo y salvo en la huida y tanto alcanza de fama el buen soldado cuanto tiene de obediencia a sus capitanes y a los que mandar (esto va por ti Markitos) le pueden. O sea, ver a un equipo luchador es a lo que aspiro. Y para eso además de pagar (aquí han cobrado) hay que motivar (aquí no se han motivado) para no entrar en el símil de la orquesta en el que te das cuenta cuando uno desafina. El fútbol, Markitos, estarás de acuerdo conmigo, no está ni en la gestión de los presidentes ni en la cabeza de los entrenadores, sino en los pies de los jugadores. Y mucho escutin pero si la pelotita no entra estamos perdidos.

En fin Markitos, encantado de conocerte, como además de abonado antiguo soy cristiano viejo te aplico la máxima ‘por sus frutos los conoceréis’ o, más prosaico, ‘qué importa que el gato sea blanco o negro si lo que importa es que cace ratones’, es decir, qué importa que seas inglés o que vivas en Los Ángeles si el Mérida da satisfacciones porque, comprenderás, nosotros los cérrimos nos abonamos para sentir no para sufrir. Y hablando de sentir. ¿Te han hablado del Badajoz? Es que ese es otro sentimiento, el de ganarles.

Es una pena que el lugar ideal para tomar la temperatura del ambiente futbolístico de Mérida, el mítico Nevado haya perdido a su alma mater, Michel, porque allí si que se sentía el orgullo y ¡ay! la pena de ser emeritense. ¿Que qué es ser Emeritense? Pues ser del Mérida es ser de mi calle (Poeta Marcial) de mi Barriada (La Argentina), de mi Bimilenaria, es seña de identidad, sentimiento de pertenencia, cumplir una función épica y social, es símbolo... Markitos, te lo dice un cérrimo, cuando se lleva el fútbol en la sangre, aquí, ser del Mérida es inevitable. Amén.