El tren tartana extremeño ha tardado tres días en batir todos los récords habidos y por haber en la alta velocidad extremeña. Tras un primer día con toda una cohorte de invitados de válvula gratis total en siete vagones, al día siguiente cambiaron de tren, de vagones y de invitados trayéndote uno del Museo del Ferrocarril que en su afán por dar a conocer el paisaje extremeño tardó media hora en arrancar, debe ser que no encontraban la yesca. 

A los invitados los sustituyeron por paganos. El segundo día haciendo un exceso se pegó dos horas de retraso, una de ida y otra de vuelta. El tercer día fueron solo setenta (70) minutos. Caramba, que la vida es una aventura pero aquí con Renfe oscila entre susto y miedo. La Junta de Extremadura ha protestado enérgicamente a Madrid pero como siempre protestan por lo bajini pues no les han oído. 

Renfe ha reaccionado cesando al guardagujas y a quien controlaba la presión de las ruedas. Más abajo no ha podido caer la Renfe, de momento. Llegados a este empalme o cambiamos de vía o de trenes o nos nacionalizamos portugueses, que no tienen ninguna mentira oficial entre sus disposiciones. 

Tras una sesuda reflexión he llegado a la conclusión de que ante esta situación solo hay dos alternativas: o tomarse a cachondeo el asunto u, opción b, tomarse a cachondeo el asunto. Y no hay más pues las vías van en paralelo, aunque este hecho en Extremadura no se puede dar por seguro. 

En mis sesenta y seis (66) añazos no he visto mayor embuste político tan consolidado, persistente en el tiempo y tan en vía muerta. Pero como imaginación no les falta (de hecho es casi lo único que tienen) verán como todavía nos sorprenden con alguna salida de vía. 

Y nosotros chitón que para eso: «Espíritu desunido anima a los extremeños: Jamás entran en empeños ni quieren tomar partido. Cada cual en sí metido y contento en su rincón, huyen de toda reivindicación y aunque es grande su viveza, vienen a ser, por pereza, los indios de la nación». ¡Qué pena!