EN MI ATALAYA

Se llama Sergio

Rafael Angulo

Rafael Angulo

El otro día sentí en mi pecho el orgullo cofrade emeritense al escuchar, de labios de un joven nazareno, el Pregón Infantil. Se llama Sergio. También comprendí porqué una de nuestras Cofradías se denomina de Las Lágrimas, no solo por la advocación de su titular, sino por que ponen voz de tal modo a sentimientos, emociones y vivencias que es muy difícil que no te lleguen al corazón y, de ahí, a la glándula lagrimal que está ubicada dentro de la órbita del ojo, por encima de la extremidad lateral de éste. Estas secreciones lagrimales se conocen como lágrimas. Bueno, pues yo no había llorado tan a gusto desde el nacimiento de mis hijos y de mis nietos. Por culpa de Sergio, a quien, mientras escuchaba, me venía a la cabeza el poema de Joaquín Caro Romero: «Todo el Amor de un Nazareno niño, vuelve un día a un Nazareno viejo, cuando llega el crepúsculo al espejo y se hace espina lo que ayer fue armiño».

Sergio pregonó una auténtica ‘levantá’ a pulso con el alma mientras que, quienes le escuchábamos (menos Eulalia Velázquez que ya lo sabía), teníamos la sensación de que algo extraordinario estaba ocurriendo porque su intervención se nos escapó como un suspiro. Cuando empezó por la Sagrada Cena dijo palabras que solo Pablo Burgos sería capaz de igualar y eso ya era poner la trabajadera muy alto, inalcanzable, tanto que no eché de menos el incienso porque los ojos ya se estaban poniendo nublados viendo que un Pregón puede asemejarse a un Paso y si hay figuras que conmueven al espectador para llevarle desde la belleza visible a la belleza invisible, a Dios, hay palabras que pueden tener el mismo efecto. Siempre que sean dichas con amor y, como uno da lo que tiene, a ti se te notó, Sergio. «Madre mía de las Lágrimas, llorando vas por Mérida, buscando a tu hijo Jesús, y, cruzando el Albarregas, te lo encuentras con la Cruz». Sergio, cuando salgas este Martes Santo piensa que Mérida se alegra de veros, os está esperando, suspira viendo como levantáis a la de los ojos lindos y tristes, pero, no me digas quién eres porque acabaré llorando, Lágrimas, claro.