En mi atalaya

Mérida: el botón del gusta

Las facultades de la Comunicación tenderán a desaparecer porque a los periodistas los sustituirán por algoritmos

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Instagram. / El Periódico

Rafael Angulo

Rafael Angulo

Que digo yo que igual que hay una tecla que pone “me gusta” por qué no ponen un botoncito con un “no me gusta” bien grande, ¿o es que solo quieren registrar lo que les favorece? Esa funcionalidad del like, detrás de la cual se esconden los algoritmos para posicionar marcas, anunciantes, tendencias y no sé qué oscuras intenciones, no es el medidor más fiable para medir la popularidad de cualquier cosa, champú, morcón o persona; ni siquiera es tecla mágica para condicionar comportamientos, aunque lo intenta con esa cuantificación en forma de corazón. Eso sí, parece que es un punto “g” rentable cuando lo están imitando otros con esos ridículos: amor, haha, wow, triste y enfadado.

Supongo que de esa debilidad humana de gustar a los demás se pueden extraer, previo estudio, repercusiones comerciales y por lo tanto económicas, pero, a las pruebas me remito, uno se encuentra gente con una dependencia tal del móvil que los hace tristes, ansiosos, distraídos, polarizados y desinformados. Como drogados. Y conforme le das a la tecla te ficha la IA, esa inteligencia artificial que, como siga así, será la responsable de tomar decisiones importantes a golpe de algoritmo sobre la información, la democracia y el mundo. Y todo porque les es más cómodo y gandul gestionar con inteligencia artificial quienes antes elaboraban (humanamente) la información. Son tiempos en los que las tecnologías digitales están modificando, nos guste o no (like o no), nuestros usos y costumbres. Las facultades de la Comunicación tenderán a desaparecer porque a los periodistas los sustituirán por algoritmos. Y ojito con los actores de cine, porque en lo que la IA es de verdad sorprendente es en la generación de imágenes. Aunque, de momento, eso no es crear algo nuevo, inventar algo, la IA mezcla cosas que ya existen, no son originales, imitan, sí, versionan, sí, pero, aunque algunas de las cosas que haga nos parezcan innovadoras, solo son meras variaciones... La inteligencia artificial (IA), ni ayuda a pensar ni estimula a vivir dignamente, ni a intentar ser mejores personas ni a luchar contra la indiferencia y la intolerancia.

Y eso que empezaron como jugando: estábamos ji, ji, ja, ja, pasándolo chachi piruli con esas fotos trucadas de cualquiera con atuendos o situaciones extravagantes, vídeos de amigos hablando lenguas extrañas (que obviamente no conocen) o canciones con voz de cantante famoso que nunca ha cantado. Iba todo risueño hasta que chavales (¡niños!) empezaron a falsificar desnudos de compañeras de clase (en Almendralejo, sin ir más lejos) con la tecnología IA. A mí, eso no me hace gracia, ocurre que no le encuentro ni el punto ni el botón de “No me gusta”.