Agosto suele ser un mes bastante maldito en la redacción. La mitad de la gente está de vacaciones y tiramos hacia adelante con la ayuda de los becarios, aunque cada vez cuesta más encontrar a chicos con auténtica vocación para el periodismo real, dispuestos a sacrificar el verano por aprender de, pongamos, tipos como yo y ver su firma en el periódico. En verano en la sección de deportes tuvimos a un chavalito con el clásico flequillazo llamado Alberto (no me hagan buscar el apellido) que no lo hizo del todo mal, aunque su fascinación por la NFL y su uso de las comas me ponían un poco nervioso, la verdad. 

Otro chavalito cacereño un poco menor que él y, oh casualidad, tocayo suyo nos arregló a nivel informativo agosto, que suele ser un mes más árido que el Sahara a las cuatro de la tarde. El día 5, el joven Alberto Ginés, criado en el barrio de La Mejostilla, se proclamó en Tokio campeón olímpico de escalada con solo 18 años. Spiderman una broma, tú. Qué manera de trepar. Y qué manera todos de aprender enseguida las normas de uno de esos deportes que solo vemos cada cuatro años...

Como a España no se le caen los oros de las manos --de hecho, en los Juegos que serán recordados por sus gradas vacías solo sumó dos más--, automáticamente el chico se convirtió en una celebridad. Se descubrió que tenía una cuenta no oficial de Twitter (@lilcabesa) en la que, quizás usando sus propias palabras, escribe lo que le sale del rabo: política (es ‘rojete’), sociedad, amor/sexo (¿alguien ha conseguido ya descifrar la diferencia tras siglos de literatura?) y, tras el éxito, lo difícil que resulta gestionarlo.

A los periodistas que cubrimos en su día la caída de Saigón --era una metáfora, tranquilos-- nos costó adaptarnos a su estilo desinhibido, pero al mismo tiempo coartado cuando se trataba de ponerse seriotes. Una metáfora de estos tiempos en los que tenemos que convivir muy estrechamente generaciones de tan distinta formación y espíritu. Sí, las puñeteras redes sociales y su efecto confusamente democratizador. Pero corto, que el director me ha dicho cuando me encargó esto que tenía que ser una pieza distendida. Allá él. Sigo.

Hicimos un portadón aquel día, cortesía del maquetista reserva, un tío de Badajoz llamado Adolfo que por lo visto está casado con una mujer que fue taquillera en un cine. Mereció la pena no irme a comer a casa a mediodía porque había que hacer tropecientas páginas y bombardear nuestra remozada web con links, links y links. El otro Alberto, el de aquí, me echó un buen cable.

¿Qué más pasó en agosto? Afortunadamente, a los pirómanos de turno pareció pillarles el covid y no dieron demasiado la lata con su infausta afición de quemar bosques. Algún incendio hubo, pero no fue el peor verano, desde luego. Sí que cabreó al personal el desembalse de Valdecañas, cortesía de Iberdrola para generar electricidad. Como si estas compañías hubiesen tenido su año más popular, ¿verdad?

El fuego lo puso la central hortofrutícola ‘El Escobar’, entre Calamonte y Arroyo de San Serván, aunque menos mal que no hubo víctimas. Hay algo de hipnótico en contemplar llamas, pero el daño económico resultó muy importante en un sector que es una de las grandes riquezas de la región. Otra es el turismo rural, que se mantuvo bastante bien pese a la pandemia. Nada como nuestros tranquilos pueblos, con sus paisajes que recorrer, sus insospechadas aguas y su gastronomía rotunda, para disfrutar. Ya si tuviésemos playa... Y no, no voy a hacer el sobado chiste de que ojalá hubiese un buen maremoto en Portugal para tenerla. Oh, wait...

El deporte, como siempre, acudió al rescate de las portadas cuando acababa el mes y el resto de los redactores se iban incorporando a sus puestos, gracias a Dios. Volvió a ser protagonista con el paso por Extremadura de la Vuelta Ciclista a España de sur a norte, primero con una llegada a Villanueva y después con otra más mediática al Pico Villuercas, en las inmediaciones de Guadalupe. Muchos aficionados en las cunetas en unas imágenes espectaculares, transmitidas a todo el mundo. Como nunca nos cansamos de luchar contra ser «la gran desconocida», se sembró la semilla de lo que se repetirá en 2022 con sendas etapas con final en Tentudía y Piornal.

En fin, que hasta aquí. Para ser mi trigésimo agosto en esta santa redacción no estuvo tan mal. Alberto, no nos olvides: el próximo verano necesitaremos manos.