El 14 de octubre, en una mañana soleada, Ángela Merkel estuvo en Extremadura, en el monasterio de Yuste. Vino a recibir el premio Carlos V. Y en ese escenario abogó por una Europa unida. Lógico y sensato. Algo menos de doscientos kilómetros al sur del lugar donde Carlos I pasó sus últimos días están Don Benito y Villanueva de la Serena, cuyos alcaldes llevan ya tiempo haciendo lo que pregona la excanciller alemana. Apuestan por unir sus dos poblaciones, una fusión tranquila y que solo puede traer un resultado: ventaja para dos localidades que llevan años tan cercanas que en la práctica son solo una. Este mes de octubre, ese viejo proyecto de fusión recibió un impulso que ya lo hace imparable.

Solo seis días después de que Merkel se pasase por La Vera, los alcaldes de Don Benito, José Luis Quintana, y de Villanueva de la Serena, Miguel Ángel Gallardo, paseaban por los jardines de la Moncloa. El 20 de octubre, el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, respaldó la fusión de las dos poblaciones extremeñas, un compromiso que se ratificó unos días después en la reunión del Consejo de Ministros y que se materializará en el referéndum que se celebrará el 20 de febrero y en el que los vecinos de los dos municipios extremeños decidirán sobre la unión.

En el encuentro en La Moncloa, los dos alcaldes le explicaron a Sánchez los principales ejes sobre los que gira el proceso de fusión, así como las ventajas sociales y económicas que podrían derivarse: se crearía la tercera ciudad más grande de la región con más de 60.000 habitantes, solo por detrás de Badajoz y Cáceres, y el primer polo económico de Extremadura en el sector agroindustrial. Son solo dos de los beneficios que ‘calabazones’ y ‘serones’ tendrán que tomar en cuenta en la votación del 20 de febrero, cuyo resultado se prevé favorable por las encuestas y opiniones que se publicaron en el último cuatrimestre de este año que finaliza. Lo que se acabe derivando de este proceso tendrá una repercusión no solo en la región, sino también fuera por ser un caso atípico: en un país donde unos defienden la desunión, otros proponen la unión.

Pero si hay algo que merece el calificativo de atípico es lo que pasa en Cáceres con los festejos taurinos. El día 2 de octubre el torero cacereño Emilio de Justo salió por la puerta grande de la plaza de Las Ventas. Lo llamativo de la noticia no es solo el triunfo del diestro, sino que esto mismo no lo pueda repetir en la plaza de toros de Cáceres. No se organizan festejos desde hace más de dos años y no solo es por el covid, sino porque la plaza de toros no se termina de arreglar y porque por parte del propietario del recinto, el ayuntamiento, parece que no haya mucho interés en que en la ciudad se vuelvan a celebrar festejos taurinos. Los aficionados a la tauromaquia en Cáceres no salen de su asombro e indignación.

Asombrados e indignados se tuvieron que quedar la mañana del 28 de octubre José Polo y Toño Pérez: la noche anterior habían robado en el interior de su bodega del restaurante Atrio. Ambos son un referente de la ciudad y ponen a Cáceres en el mapa, por eso el robo, cuyos autores aún no han sido detenidos, tuvo tanta trascendencia, no solo por a quienes se causa el daño, sino también por el cómo, una sustracción de botellas valoradas en más de dos millones de euros.

Fue un robo de película o de serie de HBO, como la que se rodó en octubre cerca de Atrio, en las plazas y calles de la parte antigua, un casco histórico que volvió a ser el escenario de Juegos de Tronos, ahora de su precuela, House of the Dragon. Los rodajes se suman al turismo como motor de actividad en la ciudad.

Fue un mes de octubre un poco de película, pero los guionistas no quisieron que acabase con un final feliz. Sí trajeron a Merkel a la región esa mañana soleada del 14 de octubre, pero lamentablemente dejaron que se fuera y no se quedase en Extremadura.