En tiempos de valores, ideologías y géneros diversos, solo nos queda el viejo refranero para tener alguna certeza de lo colectivo. Y mayo lo confirmó. El día 7 se puso fin al cierre por carretera de Extremadura porque no hay mal que cien años dure, y el 8 se zanjó el toque de queda convencidos de que tras la tempestad viene la calma. Creíamos que la pandemia agonizaba, que muerto el perro se acabó la rabia. Y eso no ocurrió... El hombre es el único animal que tropieza dos veces en la misma piedra y siete meses después estamos otra vez con el agua al cuello. Se vendió la piel del oso antes de cazarla, cierto, pero ojos que no ven, corazón que no siente, y en mayo ya no queríamos ver nada más relacionado con el dichoso covid, solo poner al mal tiempo buena cara.

De hecho, nos lanzamos a la calle. Como Dios aprieta pero no ahoga, volvimos a los bares (más vale tarde que nunca), regresamos a los conciertos y recuperamos las bodas exteriores sin limitaciones porque a grandes males, grandes remedios. Si hasta nos atrevimos a programar ferias (Cáceres finalmente desistió de San Fernando porque a Salaya le dio miedo sembrar vientos para recoger tempestades). A lo hecho, pecho: se permitieron las verbenas en pueblos pequeños, se autorizaron hasta 20 personas en casas rurales y se estableció un aforo del 75% en cines y teatros. A falta de pan, buenas son tortas. Y empezamos a desear el regreso del turismo sin miedo a nada (ave que vuela, a la cazuela), porque a buen hambre no hay pan duro. La economía necesitaba respirar. En esta vida caduca, el que no trabaja no manduca. Y así vivimos el mayo más justificadamente liberador de la historia.

Hasta el Cefot cacereño recibió a su primer ciclo, eso sí, con PCR para cada soldado a sabiendas de que en todas partes cuecen habas y de que el virus no había dicho su última palabra. Ifeba también puso fin al hospital de emergencias sin haberlo utilizado. Debieron pensar aquello de que más vale prevenir que curar. Hasta se anunciaron los fondos de resiliencia orientados a paliar los efectos de la pandemia: 6.500 millones para Extremadura. Desde luego no hay mal que por bien no venga y nadie duda de que poderoso caballero es don dinero, pero ojo con el reparto, que cuanto más se tiene, más se quiere, y a río revuelto ganancia de pescadores.

También en mayo supimos que el gran matadero de cerdo ibérico comenzaba a hacerse realidad en Zafra, promovido por un conglomerado de siete empresas que saben que a quien madruga... Extremadura debe mucho a todos esos empresarios que llevan por lema ‘alcanza quien no descansa’, y sin ser profetas en su tierra, aplican más maña que fuerza a sabiendas de que la única lucha que se pierde es la que se abandona. Hosteleros, comerciantes..., todos se han mantenido durante la pandemia con los pies en el suelo para no morir con las botas puestas.

Mayo también deparó la triste ocasión perdida por el Badajoz para subir a Segunda División. Pero se dejaron la piel en el campo. En cambio, Cienfuegos se convirtió en el primer español en lograr plaza en una final olímpica de Martillo. En deportes, poco a poco se llega antes.

En definitiva, como más sabe el diablo por viejo que por diablo, todos intuíamos que las esperadas aguas de mayo podrían transformarse en lodo y traer estos barros.... Quien avisa no es traidor, pero sí pesado. De modo que mal de muchos, consuelo de tontos, y a por 2022. Ya lo saben: año nuevo, vida nueva.