Marzo podría considerarse un mes casi maldito. Es ese último tiempo de transición entre el oscuro invierno y la llegada de abril, de la primavera, del verde y de la luz. 

Mi primer recuerdo concreto de un mes de marzo, a falta de cumpleaños cercanos o fechas señaladas, es el de aquel día 11, un jueves en el que un maestro volvía a clase con semblante serio, funesto, para contarnos que unos terroristas habían sembrado los trenes de Madrid de bombas y que había habido muchos muertos. Cuando llegué a casa mi madre estaba viendo la televisión. Me uní, en silencio. E igual que nosotras todo un país, que veía a través de la pantalla el horror, entre la tristeza, el shock y la rabia. Fue un trauma colectivo. Un terremoto. 

Dieciséis años después otro trauma se aproximaba. Fue un tsunami que no quisimos ver hasta que no hubo remedio, hasta que el 14 de marzo Pedro Sánchez diera la que sería la primera de sus muchas comparecencias para decretar el Estado de Alarma primero y hablar sobre la pandemia después. Por aquel entonces creíamos que sería una cuestión de semanas, después quizás de meses, ahora sabemos que de años y todavía estamos lidiando con ella. 

Marzo de 2021 fue el mes del recuerdo de aquellos que el coronavirus se llevó y de la esperanza por el avance de la vacunación, el remedio que se ha mostrado como la vía más rápida para atajar la mortalidad del covid-19. 

"Es el mes en el que este país ha sufrido dos grandes traumas colectivos"

Un virus que ha destapado las vergüenzas de un sistema que ya desde hacía tiempo no sabía cuidar de sus mayores, de los más vulnerables, de aquellos que han tenido que morir en la soledad y el aislamiento sin tener una mano que les acompañara. De un sistema en el que se anteponen los números a las personas. Decían que «saldríamos mejores». No ha sido así.

Por otro lado, cierto es que marzo es un mes en el que hemos pasado miedo pero del que también podemos sentirnos orgullosas. Es un mes de reivindicación, de lucha, de alzar la voz por y para nosotras. Marzo es el mes de la mujer.

Si hay un movimiento que ha demostrado saber señalar las fallas del sistema y articularse para denunciarlas ese es el feminista. De unos años a esta parte hemos estado inmersas en la cuarta ola feminista --de la que ya apenas queda la resaca--. En ella, el término se ha expandido, se ha generalizado, hasta se ha puesto de moda. ¡Ah! Los feminismos. Ojo. Cuando el capitalismo acepta una lucha la fagocita, la vacía de contenido y la convierte en un objeto más de su insaciable mercado.

Pero el feminismo, el de siempre, el que cuenta con más de dos siglos de historia, nunca se ajustará a este mercado. Es incómodo porque identifica la opresión, la verbaliza, la enseña, y la mujer que ya es consciente de ella nunca más vuelve a mirar atrás. 

"El feminismo sabe señalar las fallas del sistema y articularse para denunciarlas"

Este último 8 de marzo la portada de El Periódico Extremadura resumía diez motivos por los que seguir luchando. Un buen listado, pero hay muchos más. Porque la mujer no es un colectivo, es la mitad de la humanidad. Porque está oprimida por razón de su sexo desde que nace, en mayor o menor medida, en cualquier parte del planeta, al margen de su raza o condición. Porque el feminismo es un movimiento social transformador, en un escenario donde las luchas políticas no van más allá de las supuestas dicotomías de partidos y de las luchas por el sillón, las feministas siguen apuntando más arriba y más lejos. 

Expone Naomi Klein en su Doctrina del shock que «la violencia extrema logra que no veamos a los intereses a los que sirve». Se refiere a cómo el mercado se vale de impactos y crisis colectivas para imponer reformas y leyes que benefician a los grandes capitales en detrimento de la población. Por ejemplo, si la actual pandemia sirviera como excusa para liquidar la Atención Primaria, pilar de la sanidad pública. Las mujeres sabemos bien qué significa vivir en un estado de alerta permanente y el feminismo es el instrumento con el que identificar esos golpes, lleguen por la «izquierda» o por la «derecha». Lo es en marzo y el resto de días del año.