Sonia Sánchez Solano (Puebla de la Calzada, 1996) siempre tuvo claro que la motiva contribuir al bienestar de la persona, por eso decidió hacerse enfermera. Cada vez le apasiona más el universo de los cuidados paliativos, donde trabaja en el Hospital Perpetuo Socorro (Badajoz). «Dicen que es duro, pero es muy bonito y sano hablar de la muerte», explica.

El hecho de que sea una profesión feminizada, ¿ha desprestigiado a sus trabajadoras?

Más que la profesión, es el rango. Dentro del colectivo de enfermería, los directivos suelen ser hombre. Por más o menos mujeres que haya. Si se trata de avanzar en tu trabajo y conseguir una buena posición laboral, al final es ahí donde se ve las diferencias de sexo. Yo nunca me he sentido menos que nadie. Ni más. 

¿Recuerda algún momento en que presenciara alguna discriminación?

Recuerdo una de las residencias en las que he trabajado en la que había hombres y mujeres contratados como gerocultores. Las mujeres se encargaban de limpiar a la vez que cuidaban mayores y los hombres contratados por el mismo puesto no limpiaban. Esto pasa en la actualidad. Fue la primera vez que vi algo así y aluciné. Yo no consentiría que un compañero trabaje más o menos que yo cobrando lo mismo.

Algunas enfermeras denuncian que todavía se enfrentan a comentarios del estilo de «señorita», «guapa»… ¿lo sigue escuchando?

Sí, es cierto. Sobre todo, pasa con las personas más mayores. No creo que lo hagan con mala intención, es más bien ignorancia. Al final se trata de darnos el valor y saber que hombres y mujeres somos complementarios, como dos piezas de un puzle. Tenemos que ir todos a una.

 Se han dado casos de acoso a este colectivo, ¿ha vivido en primera persona alguno o conoce a alguna compañera que haya pasado por ello?

He trabajado en residencias, en clínicas privadas… A veces hay comentarios o miradas furtivas en las que tienes ganas de decir que te respeten. Pero, en mi trabajo nunca me he sentido acosada y tampoco he conocido ningún caso. En la universidad sí que se repetía la frase: «No terminarás la carrera sin tirarte a una enfermera», algo que me parece detestable.

¿De qué forma influye en este sentido la imagen cosificada y sexualizada que ha tenido esta profesión históricamente?

Yo creo que tiene mucho que ver. También es cierto que el marketing hace mucho. El hecho de que haya disfraces de enfermera sexy, por ejemplo, o las películas pornográficas. La pregunta que deberíamos hacernos es si es esa falsa publicidad del porno o los disfracen lo que hace que las mentes estén así, o si es por culpa de que las mentes estén así que sigan existiendo ese tipo de disfraces y productos. Nosotras en nuestro trabajo lo último que buscamos es atraer a nadie. Si vienes por ejemplo al hospital en el que estoy actualmente, compruebas que vamos completamente desmaquilladas, con el pelo recogido, sin alhajas para evitar llevarnos virus a casa, desde el covid con la mascarilla… Nuestras pintas son de todo meno sexys (risas). Sinceramente, lo último que te apetece es buscar el amor. Al final de lo que se trata es de no faltarnos el respeto ni vernos como un objeto.