Síguenos en redes sociales:

Caracol, col, col

Hace unos días en los medios de comunicación, leía y escuchaba, la noticia que probablemente se instale un criadero de estos moluscos que viven en el mar, aguas dulces o terrestres, son comestibles y muy gratos al paladar del comensal. Tras mucho tiempo se observan ganas de recuperación, lo cual es significativo de buscar empresas, a la vez de puestos de trabajo que acompañen a las mismas. El recorrido de un caracol es corto, pero poco a poco puede llegar lejos, y si no que se lo pregunten a la tortuga cuando realiza maratones. Deseo a esta compañía los máximos éxitos y triunfos en el Campo Arañuelo, por lógica tendrá que buscar personal para su labor, pongamos casos: como cuidador de los mismos, ya que si en un momento dado se escapasen del recinto tendríamos que llamar al Santo Job vestido de Flautista de Hamelín, para devolverlos a su sitio, de lo contrario los resbalones ciudadanos serían bastante gordos caracol escapado, leñazo inesperado. Qué lástima no tener fábricas de otro calibre y más goloso como caramelos (pregunten a Solano, en Logroño), denominación de origen, dulces extremeños, charcutería, bombones de bellota, de higo y decenas de muchas cosas más, pero todo esto se escurre a otros lugares. ¡Necrológico! Es como las multinacionales, dame pan y llámame tonto. Total la revolución industrial ya comienza aunque se trate de gasterópodos, babosos, con cuernos y con la tienda de campaña a cuestas, esperemos que al lado pongan una fábrica de consomés, y logremos sopa de caracol, pero, pidiendo por favor que no anulen al ajo cano, de tomate o patata. Pensemos que el próximo año en Carnaval tengamos una carroza caracolera. Pero no la pongamos después al lado del águila de la rotonda, porque los picotazos pueden ser de órdago.

Pulsa para ver más contenido para ti