Cree que en el mundo de la moda hay una obsesión por el negro, mientras que ella se define como una obsesionada por el fucsia, «el rosa mexicano», como lo denomina, su color favorito. La diseñadora Ágatha Ruiz de la Prada ha roto con todos los moldes de la moda y eso le ha dado la oportunidad de llegar a lo más alto. Sus vestidos han desfilado con gran expectación por la pasarelas más relevantes del mundo, como Nueva York, París, Milán, Londres y Cibeles y cuenta con importantes reconocimientos como la Medalla de Oro al Mérito en las Bellas Artes, el Premio Nacional de Diseño de Moda o el Premio Nacional de la Industria de la Moda, entre otros. Desde hoy parte de su colección se puede contemplar en la Fundación Mercedes Calles y Carlos Ballestero, en la exposición ‘Ágatha Ruiz de la Prada en Cáceres’.

«La gente ha tenido, en general, mucho complejo social y quieren aparentar, por eso dicen ¡qué elegante es ir de negro!. ¡Pero qué dices! Será elegante ir a un funeral. Y, además, ¿para qué quieres ser elegante? Sé bueno, sé culto,..., pero el que nace elegante muere elegante, igual que el que nace bajito muere bajito. Esa obsesión ha sido muy mala», decía ayer en la presentación de la muestra.

Para ella la moda siempre ha estado unida al arte. Le encantan las exposiciones, de hecho cuando salía a pasear con sus hijos pequeños, en lugar de llevarlos al parque los subía al carrito y se iba a contemplar museos. Es una afición que heredó de su padre. «Es una gozada esta unión del arte y la moda. Ha sido el hilo conductor de toda mi carrera. Yo quería ser pintora de pequeña, mi padre hizo una colección de arte contemporáneo importante y me iba los fines de semana con él a ver galerías y estudios de pintores», recuerda.

importantes salas / Por eso sus prendas han pasado por importantes salas de exposiciones. De hecho asegura que para ella ha llegado a ser una obsesión. Para que se hagan una idea: en 2015 hizo 16 exposiciones individuales y 25 colectivas. Sus trajes se han mostrado en la plaza de San Marcos de Venecia, en la Triennale de Milán o en el museo de arte contemporáneo de Burdeos. «Es imposible comprender mi trabajo si no entiendes el arte conceptual, el pop art, el surrealismo, la escuela de la Bauhaus o a la escultora Susana Solano», señala. «Ahora estaba un poco parada con esto de las exposiciones pero Marisa (Marisa Oropesa, comisaria de la muestra), me dijo de venir a Cáceres y aquí estamos», agrega.

La exposición es una retrospectiva de su última colección, en la que predominan, cómo no, los colores y las prendas con formas imposibles. «Siempre hago los mismos trajes, cambio las telas pero siempre están los huevos fritos, los corazones, las estrellas, las flores, los taca tacas que desaparecen y aparecen, los redondeles,...». Su imagen no iba a ser menos. De hecho a la inauguración de la muestra, ayer por la tarde, se enfundó un vestido con forma de donut. Lo hace siempre. El miércoles por la noche acudió a la entrega de unos premios de interiorismo con un vestido de plumas: «Me han sacado una foto y parezco una gallina voladora», bromea. «Eso es el poder que tiene el traje, mis trajes hablan solos, tú llevas un traje de estos a una fiesta y enseguida el traje se ha comido a la fiesta, da igual que tenga 10, 20 o 30 años porque siempre comunica, comunica cosas que tienen que ver con el arte y con el mundo de la cultura», añade. «Lo más divertido de estos trajes es ponértelos».

Por la mañana, cuando se celebró el pase para los medios de comunicación de la exposición, acudió con un traje amarillo. El color es otra de sus distinciones. «El color es fundamental porque da alegría. He elegido una moda que es la moda feliz y eso lo consigues mucho a través del color. ¿Crees que con el traje que llevo puedes estar deprimida? Es imposible». Y continúa: «Si vas con el taca taca (otro de sus trajes estrella) a una fiesta, entre que te metes en el coche, sales, entras, te miran, lo entretenida que vas,… es imposible que estés deprimida. Son trajes contra la depresión», asegura.

Su moda es la misma desde que empezó, hace tres décadas (las cumplió en el 2011). «Cuando empecé decían ‘ésta está loca y no va a vender nada nunca’. Me llegaron a convencer de eso». En cambio sus trajes han dado la vuelta al mundo y se ha convertido en un ídolo en Sudamérica. «Una vez, estando en Medellín, fui con el candidato a alcalde al barrio más deprimido de la ciudad. Acababa de lanzar una colección con unos grandes almacenes muy baratos y la gente del barrio me enseñaba mis productos por la ventana. Es una gozada», reconoce.

La muestra podrá visitarse desde hoy, aprovechando la celebración del día de la mujer trabajadora. Aunque ella dice que no hará huelga. «En mi empresa están mejor pagadas las mujeres que los hombres. Para mí mañana -por hoy- es un día de celebración porque lo que veo son los enormes avances que hemos hecho». Estará abierta hasta el 30 de septiembre y tiene también carácter solidario, ya que el dinero íntegro de la venta de algunas de sus creaciones se destinará a comedores sociales de la ciudad.