Cuando algo importante ha podido sucederle al cine español desde los años 50, allí ha estado Berlanga. Lo más importante, lo que ya siempre perdurará, han sido sus películas. Cuando los que hacían cine se comenzaron a convertir en un problema para el franquismo, Berlanga estaba allí defendiendo más que un medio de vida. Con las impresionantes piruetas de Plácido y El verdugo, dio ejemplo de cómo hacer tragar el sapo al régimen de quien no encontraba peor calificativo que tacharle de "mal español". Mientras ponía una sonrisa a los difíciles balbuceos de la joven democracia de España, Berlanga se hizo cargo de la presidencia de la Filmoteca Española. Luchó por una sede adecuada y digna. Hace hoy 25 años y tres días una docena de cineastas fundaron la Academia de las Artes y las Ciencias Cinematográficas de España. Allí estaba el director. Y también estaba Berlanga convenciendo a quien fuese necesario para alumbrar los Estudios de Ciudad de la Luz en su Levante natal. El cine español se queda huérfano de quien ha sido su columna vertebral.