«Yo, hoy, 24 de septiembre, escribo desde una buena salud a pulso que no es poesía; evito calcular cuántas palabras me dan a ganar 50 euros —una barbaridad— y pienso en la defensa del amor ante todo. En las clases de amor que nos ofrece la vida. Conozco dos: el amor que nos cobija contra el mundo y el amor que nos envalentona frente a ese mundo. El amor que nos defiende y el amor que defender».

Este párrafo pertenece al libro Días ajenos, de Bob Pop, que en realidad se llama Roberto Enríquez. Es una recopilación de diarios. Así comenzó Paula González, activista, experta en comunicación, reina del debate, animalista, articulista y vegana, su última newsletter. Una newsletter es una publicación digital, que se distribuye mediante correo electrónico, siempre y cuando uno se suscriba. En Extremadura, las mejores newsletter son las del Cine Club El Gallinero, sin ninguna duda. En España, las de Paula. Son un diálogo. Cómo estamos hoy, cómo podemos querernos (más: a nosotras, a otras), cómo cuidar, qué vamos a hacer con los días que vivimos, cómo contribuir a hacer un mundo mejor. El amor de manta y sofá y películas en casa de amigos o con comidas en esos restaurantes en los que te cuidan bien y en los que besas a los camareros cuando entras. El amor que nos hace manifestarnos, buscar a una amiga transexual en esa manifestación para abrazarla, como pidieron en Twitter («que no nos sintamos solas»), mirar a otras mujeres y reconocerlas como compañeras, enojarte u horrorizarte (en los últimos tiempos, esas dos cosas van muy juntas) con alguien. Hablar. Sin imprecarle a la televisión. Hablar.

El amor que nos defiende y el amor que defender.

Hablar de amor es difícil. Es difícil y queda cursi, pero, sin amor, ¿qué somos? Es decir, sin amor, ¿cómo podríamos ocuparnos de los demás? Defender el pequeño comercio frente a las multinacionales, porque en el pequeño comercio ponemos nombre a la gente que nos sirve las verduras (los míos: David, Paco, Mercedes). Ocuparnos de llevar mantas a los puertos cuando viene un barco cargado con gente que ha pasado mucho tiempo en el mar y que no estaban de crucero. Llevar banderas arco iris a una plaza cuando hay una agresión homófoba. Subirse a un escenario a interpretar música de entreguerras o a hablar de dualidades, como hace la Orquesta de Extremadura. Montar obras de teatro después de cuarenta años en activo, que son los que cumple Guirigai este 2019. Rescatar textos que nos cuenten quiénes somos. Utilizar las palabras para acoger, que también implica llamar mentiroso al que lo es.

Estos días tengo en bucle una canción del último disco de Los Planetas. Se llama Hay una estrella. Es de amor también: «Hay una estrella: / en lo alto del cielo / hay una estrella. / Si no puedes dormirte, / fíjate en ella. / Está brillando / en mitad de la noche. / Está brillando / para alumbrar el camino, / para guiarnos. / Y yo le pido / que ilumine la sombra / donde estoy perdido / y que cuide a los míos / y a mis amigos».

El amor también sirve para componer. O el recuerdo, qué más da. A Chopin le sirvieron sus sentimientos por la soprano Konstancia Gladkowska, según se cuenta, para que de sus manos saliera el Concierto para piano y orquesta número 2 en fa menor, que se compuso antes que el primero. El primero, en mí menor, se lo dedicó a otro pianista, a Friedrich Kalkbrenner, en quien se inspiró, posiblemente. La admiración es una de las cualidades del amor también.

«Los músicos hablamos de música: de dinero hablan los que lo tienen: los banqueros, quizá», dice Alejandro Pelayo, que está preparando una obra de teatro sobre María Teresa León y que siempre había admirado a Rafael Alberti hasta que León acabó en un sanatorio, enferma de alzhéimer. Hablamos de la ética de los cuidados. De teatro. De la permeabilidad al componer: de que todo influye: un museo, otras músicas… De cómo desaparece el ego cuando uno se sienta en un piano y eres lo que eres. Alejandro Pelayo tiene un disco en solitario, La herida invisible, que es una maravilla. Ahora está grabando otro, con un violonchelista en algunos temas.

Mientras tanto, se va de gira con Leonor Watling, Los dos son Marlango. Llevaban cuatro años sin sacar disco y, además, siempre han tenido mucho cuidado en separar las dos carreras de Watling, la de cantante y la de actriz, pero aquí está el nuevo álbum: Technicolor. ¿Me leerá algún joven que no sabe qué es? Si has visto El mago de Oz o Lo que el viento se llevó, Niágara o Blancanieves y los siete enanitos (la clásica de Disney, de 1937), usan technicolor, un proceso de cine que se inventó en 1916. El disco surgió así: primero, como una banda sonora para una misma película Luego, como varias historias distintas. «Más bien, como tráilers», dijo. Para que nosotros reconstruyamos, junto a ellos dos, las canciones y los mundos.

Iván Martín dirige a la Orquesta de Extremadura. Integral de Chopin. Viernes, 18 de febrero. 20.30 horas. Palacio de Congresos de Cáceres.

Marlango. Viernes, 18 de febrero. 21.00 horas. Teatro López de Ayala de Badajoz.