No existe una ley escrita sobre la perdurabilidad de un artefacto literario, algo que establezca unas mínimas garantías respecto a su capacidad de reclutar lectores más allá del tiempo que permanece en la mesa de novedades. Todo es azar en este mundo, incluido el destino de las obras de arte. Como mucho, se puede intuir. Sus hijos después de ellos (AdN), la novela de Nicolas Mathieu galardonada con el premio Goncourt 2018, el más prestigioso de las letras francesas, es una invitación a desplegar esa clase de intuición. La segunda novela que publica el escritor francés satisface con creces una de las premisas normalmente asociadas a esa capacidad de perdurar, que es la universalidad: Sus hijos después de ellos es una novela de su tiempo pero extrapolable a otros tiempos, una novela sobre un lugar que es extrapolable a otros lugares, y una novela cuyos personajes -sus alegrías, sus dramas, sus tristezas, sus frustraciones, su destino en este mundo- están por todas partes.

COTIDIANIDAD REPLICADA / El lugar es el ficticio valle de Heillange, en el noreste de Francia, lugar castigado por la desindustrialización, el subsiguiente paro y la subsiguiente melancolía. El tiempo: los años 90, cuatro veranos de los 90 para ser exactos. Los personajes: el joven Anthony, que comienza la historia con 14 años y la termina con 20; el joven Hacine, su temprana némesis, hijo de marroquí nacido en Francia, y conflictivo; y la joven Stéphanie, Steph, el objeto de deseo, el universo femenino, la hija de una familia acomodada del valle. Jóvenes todos, porque el punto de vista es el de los jóvenes, seres que se ahogan en el claustrofóbico valle a medida que van creciendo y entendiendo que las posibilidades son escasas, que salir de allí va a ser complicado, que la construcción de una vida distinta a la de sus padres está lejos de ser una obviedad. La «enfermedad congénita de la cotidianidad replicada», escribe Mathieu. Va de eso, esta novela: la sociedad como máquina de perpetuación. Salvo algunas excepciones, y de algún coche de más o de menos, repetiremos la vida de nuestros padres.

JUVENTUD DESNORTADA / Va de eso pero no solo de eso. También es una novela de iniciación, que mira a una juventud desnortada pero rebosante de vida, deseosa de llenarse de sexo, de amor, de porros, de aventuras, de ira -que es un motor-. Es hermosa esta novela, y no se usa el adjetivo a la ligera. Simpatiza con sus personajes y a la vez es despiadada con ellos. Los cuida, los quiere llevar a buen puerto, pero ese puerto no existe. Hermosos y malditos, que diría Scott Fitzgerald. Su belleza y su desesperación, que crece a cada verano. La consciencia de que tienen un cuerpo con deseos que es menester satisfacer, y la consciencia paralela del lugar que ese cuerpo ocupa en el mundo. Oscila entre lo íntimo, lo social y lo político la historia, lo cual la emparenta con una tradición francesa específica. No en vano han mentado los críticos franceses a Zola y Balzac al escribir sobre Sus hijos después de ellos. Uno quiere intuir que encontrará lectores, muchos. La invitación está sobre la mesa.