Dmitry Bertman lo había dejado claro: su reto era que la ópera La clemenza de Tito , que se estrenó anoche en el teatro romano de Mérida, gustase incluso a aquellos que nunca se habían acercado hasta este género y a los que lo que habían rechazado hasta ahora.

Aunque esta misión imposible no la completó con un éxito total, sí es cierto que el afable y joven director ruso puso en escena un espectáculo innovador y apartado del clasicismo que caracteriza a este género. Bertman, al frente de la Helikon Opera Theatre, propuso --en la penúltima obra de esta cincuenta edición del Festival de Teatro Clásico de Mérida-- una representación apoyada en un gran aprovechamiento de un espacio tan especial, y a menudo infrautilizado, como el emeritense.

Intérpretes cantando encaramados a las milenarias columnas, entre las míticas estatuas, una efectiva música en directo, una escena alargada hasta un límite casi imposible y, sobre todo, una piscina rectangular que logró cambiar radicalmente la fisonomía de un escenario que en esta ocasión fue aprovechado hasta la extenuación.

DESCUBRIMIENTO De hecho, uno de los descubrimientos visuales de Bertman es sin duda el efecto de las ondas acuáticas reflejadas en las columnas del teatro, que transmiten una curiosa sensación de sosiego al público.

El prestigioso director ruso hace una apuesta clara por intentar hacer una versión simplificada --en el término positivo de la palabra-- y lo más comprensible posible de la obra de Mozart, algo que consigue en parte pese a suprimir los tradicionales recitativos que incluye el texto original y que sospecha que no escribió el autor austriaco.

Se trata de un espectáculo que seguramente agradará a los seguidores de la ópera y que incluso puede atraer por su espectacularidad al público ajeno habitualmente a este género, que parece que año a año se afianza en el festival emeritense. La clave está en trabajar y leerse el texto antes de acercarse al teatro para no perder el hilo de la historia. Además, la obra presenta escenas espectaculares, con decenas de intérpretes compartiendo escenario, introduciéndose en la piscina y ofreciendo un interesante juego de voces.

Dmitry Bertman, que durante estas fechas triunfa en toda España, se confirma como uno de los grandes de la ópera internacional y demuestra, sobre todo, que sabe cómo sacarle jugo a un escenario por muy complicado que éste sea. Y no es poco.