Najwa Nimri (Pamplona, 1972) habla a gran velocidad, a juego con aceleración que parece sufrir su vida en torno a su agenda televisiva (Vis a vis, La casa de papel...). Pero ha encontrado el tiempo para completar un álbum, Viene de largo, el primero en seis años, y de montar algunos conciertos presentados como embriones de la gira que espera poder realizar en el 2021.

--El Guincho aparece como productor de un único tema, ‘Lento’, el primer sencillo. ¿Por qué?

-.-Me metí a trabajar con él justo antes de que empezaran a salir las nominaciones por su disco con Rosalía y se prendiera la gran mecha americana, y a partir de ahí ya fue un no parar. Ellos tenían un volumen de trabajo enorme, como el que yo tenía en la televisión. Pero me quedé flipada con ese primer track con El Guincho: trabaja a 2.000 por hora y tiene un control de la armonía y la rítmica tropical y maravillosa, como un fuego. Luego el disco lo acabé haciendo con Josh Tampico, que ha estado haciendo de jefe de sonido con Red Hot Chili Peppers y más gente.

--Un disco de cocción lenta.

--La televisión me ha absorbido hasta niveles insospechados y he tenido tiempo de pasar las letras por cuatro tipos de producción. Luego, querían sacar el disco single a single, y ahí dije que no. Quería un grupo de canciones que encajara para lanzar ya.

--El disco transmite sensaciones inquietantes; tiene un halo siniestro.

--Yo lo veo como un escudo. Mis álbumes hablan siempre un poco de lo mismo, que tiene que ver con una manera un poco ingenua e infantil de ver la vida: como si hubiera una batalla de malos y buenos y estuviéramos enfrentados en una guerra permanente. Y es infantil pensar eso, creer en el bien y el mal como base, pero es algo que no puedo evitar. No se culpa a nadie, pero hay una crítica permanente a cómo nos enfrentamos al día a día.

--La selva de la vida.

--Sí, eso es, la tierra es redonda y pobrecitos todos, básicamente.

--¿En el video de ‘Lento’ quiso hacer algún guiño a ‘La naranja mecánica’?

--Uf, me encantaría, nada me podría gustar más, aunque yo lo veo más Cronenberg. Queríamos un video cinematográfico, aun sabiendo que esos costes no se pueden permitir en cada track.

--Desde su primer disco, ‘No blood’ (1998), se ha movido en la música electrónica, con beats minimalistas, cadencias trip-hop... Aquí hay algún trazo latino: ‘No tengo miedo a llorar’. ¿El signo de los tiempos?

--Tuve mis dudas, pero disponía de unas letras habladas sobre unas bases de techno que eran demasiado coñazo y yo daba demasiado la chapa. Venía de hacer un show con Carlos Jean en el que me había metido en el trap, pero notaba que derivaba hacia eltrip-hop, en algo noventero. Decidí entrar en lo latino, sin tener que menear el culo necesariamente. Descubrí el tumbao, desde los pianos de El Guincho, un lugar donde se te permite tener 48 años y explorar lo latino desde un lugar más elegante, y vi que ahí había un camino.

--Parece que su nueva música sigue alimentando una imagen de usted muy definida, entre distante y ‘cool’. En la promoción del disco y de los conciertos se la presenta como una artista «única, inconformista, transgresora, incómoda, arriesgada, descarada, impactante...».

--¡Menos mal que no he leído eso, madre de Dios! ¿Dónde lo pone? Qué vergüenza, no me hago cargo... ¿Cómo dice, «inconformista, incómoda...»? Eso es un insulto incluso. No tengo ni idea de cómo me venden. Lo siento en el alma.

--Le chirría.

--Pues a cualquiera con dos dedos de frente, supongo, ¿no? De estas cosas no me ocupo nada, quizá debería hacerlo.