Es extraño entrevistar a un ministro al que no se le puede pedir que rinda cuentas de su gestión ni que exponga planes, en el primer caso porque lleva ocho meses en el cargo sin presupuesto propio y en el segundo porque le quedan dos meses más bien inoperativos, pero bueno, no está escrito que José Guirao, titular de Cultura y Deporte, no vaya a repetir tras las elecciones.

-¿Cuál es su opinión sobre la obra Ninot de Santiago Sierra, no como ministro de Cultura sino como experto en arte?

-Arco tiene siempre al inicio algo de espectáculo. Esta pieza de Sierra está en el lado del espectáculo, no en el lado del arte. En general, es la manera de estar de Sierra en el mundo del arte, la provocación. Esta pieza no me parece especialmente interesante, es algo muy obvio.

-El arte político nunca ha sido precisamente sutil. Parece que en la actualidad en España es un tipo de arte que solo se aprecia si hay distancia, sea temporal o espacial.

-El arte de lectura política siempre está relacionado con un contexto. Y el contexto más cercano tiene más datos sobre lo que esa obra significa. Creo que en este caso el problema es que es una pieza desde el punto de vista político y conceptual absolutamente obvia y, por tanto, endeble, por no decir oportunista.

-¿Es preocupante que las entidades financieras cada vez tengan mayor cuota en la oferta cultural actual?

-No. Su presencia está en función de su patrocinio y en ese sentido me preocuparía más si dedicaran su dinero a patrocinar cosas de mala calidad o denigrantes para la idea de la cultura como algo cívico, social, inspirador. La actividad que están teniendo hasta ahora está muy centrada en apoyar grandes exposiciones, grandes museos y centros de arte; bueno, es una manera razonable de que parte del beneficio que tienen revierta a la sociedad. Eso, evidentemente, también tiene una función de márketing.

-Pongámonos conspiranoicos: difícilmente van a patrocinar una cultura crítica.

-Tenemos casos de entidades financieras que han patrocinado espacios culturales o exposiciones donde sí había elementos de fricción. Eso depende también de la calidad o del conocimiento que tengan las personas que se dedican al patrocinio dentro de las entidades financieras. Yo he visto exposiciones con obras muy críticas o actividades muy críticas financiadas por bancos.

-¿Tiene envidia cuando lee que el Louvre tuvo el año pasado más de 10 millones de visitantes?

-Pues no me parece un dato especialmente positivo. Primero: ¿adónde van esos 10 millones de visitantes? Van a una serie de piezas estrella que están concentradas alrededor de Mona Lisa. Para mí lo que define la visita a un museo es la calidad de la visita. Que el espectador pueda hallar un espacio para relacionarse de manera personal con la obra de arte. Entonces, todo lo que sean grandes números de masas no me emociona especialmente. Los museos deben competir en la liga de cuál da un programa expositivo de mayor calidad, o cuál da un programa educativo más completo y orientado hacia más público, o cuál presenta la obra de manera más científica, más honesta... Esta carrera por ver quién tiene más visitantes es caer en la banalización de las cifras.

-Muy bonito, pero esa carrera existe, espoleada por el binomio turismo de masas-museos.

-Si voy a París y tengo hueco, siempre tengo un ratito para el Louvre. Y resulta que tú puedes estar viendo los vasos griegos y estar prácticamente solo. Y resulta que hay miles de personas que están taponando la salida porque se dirigen a ver Mona Lisa o la Victoria de Samotracia. Los museos son espacios de comunicación con la obra de arte y con uno mismo. Eso no se puede hacer en un lugar masificado.

-El Prado tuvo casi tres millones de visitantes en el 2018. ¿Mucho, poco?

-Tiene capacidad de admitir más gente porque desde la primera hasta la última obra son extraordinarias. Y aunque es verdad que mucha gente va a ver Las meninas, no se produce el efecto embotellamiento de Mona Lisa porque todo es una maravilla.

-¿Está, pues, desaprovechado?

-Tiene la capacidad de atraer a más visitantes. Pero turismo al margen, lo que hay que decirle a la gente es que se puede ir a un museo como el Prado mil veces y no se acabará nunca.