Era una de las apuestas más fuertes del pasado Festival de San Sebastián, aunque al jurado no le tocó la fibra y decidió otorgarle solo un premio a la mejor fotografía. Pausada, a ratos estremecedora y siempre anclada en el tiempo, Caníbal es la historia de un sastre granadino (Antonio de la Torre) que lleva una vida ordinaria de artesano pero que esconde un secreto: mata mujeres, las filetea y se las come. Y así hasta que un día se enamora.

--Para su anterior película, La mitad del Oscar , hipotecó su casa.

--Me costó mucho hacerla, sí.

--4Caníbal es una coproducción entre Rumanía y España.

--También Francia y Rusia. Tenemos cinco productoras de cuatro países. Eso da idea de lo que cuesta levantar un filme.

--Si no, ¿no hubiera sido posible?

--Muy difícil. Es un proyecto de tres años. Salimos fuera, al mercado de Cannes. Tienes que ir a buscar el espectador allá donde esté. Yo hago cine para el público. Todo el mundo lo hace. Nunca he roto la taquilla de España con mis películas, pero sigo haciendo cine. Es decir, alguien está interesado en mi trabajo. Y ese público no está en un solo país. Hay ideas que tienes que hacerlas de forma internacional o no salen.

--¿Aunque sea en castellano?

--Efectivamente. ¿Qué nos interesa del cine iraní? Pues que nos cuenta algo que no nos dan otras películas. Hablemos de Almodóvar. No hay otro igual en el mundo y trabaja en castellano. Es un director internacional y tremendamente español. Si alguien quiere mainstream , que ruede en inglés. Pero si lo que se quiere es viajar, lo mejor es ser auténtico. Ser español siendo internacional es lo que he querido con Caníbal .

--Una historia de amor con el mal de por medio.

--Una historia criminal que se va convirtiendo en una historia de amor. Ese es el planteamiento inicial. ¿Qué pasaría si el demonio, integrado en el mundo, se enamorara? No hay nada más hermoso ni más fuerte que el amor para ponerte en la posición del otro. El personaje de Antonio de la Torre ha podido tener deseos y fantasías, pero nunca ha estado enamorado de verdad. Ahora se acerca a una mujer, habla con ella y puede entenderla. Algo pasa en él que no controla.

--Solo come mujeres jóvenes. Ni hombres, ni niños, ni ancianos.

--Porque el filme es una fantasía. No es una historia realista sobre un caníbal sino una metáfora sobre el mal, el deseo, el amor.

--¿El amor lo redime todo?

--La historia cuenta que no. En el cine mainstream se dice que sí, pero en la vida real sabemos que no. Hay cosas que no se pueden perdonar. Hay momentos que el amor puede cambiar el presente, pero no el pasado. No puede cambiar que el sea quien es.

--¿Es usted religioso?

--Tengo formación cristiana. Para mí la espiritualidad es muy importante. Como decía Buñuel, soy ateo por la gracia de Dios. Lo que yo soy no importa, pero mi formación es la que es. No soy católico practicante, pero, con la edad, me doy cuenta de que tengo una espiritualidad.

--Se lo pregunto por el peso que tienen en la película las procesiones y el manto de la Virgen.

--Es un mundo que me atrae. El protagonista es un artesano, un sastre. Esa figura frente al ejecutivo moderno que hace estadísticas en su ordenador y manda tíos la paro. Creo en la humanidad del artesano.

--¿También una reivindicación del trabajo artesanal?

--Por supuesto, es una forma de humanizar al monstruo. Es que si encima de ser caníbal eres ejecutivo, ya te vale.

--Los monstruos son personas.

--No son una aberración. Somos tú y yo. El corrupto no se levanta por la mañana y dice voy a ser corrupto. A lo mejor hasta se siente víctima cuando le meten en la cárcel. ¿Cuándo cruzó esa línea? No se daría ni cuenta. En momentos de confusión moral, las líneas entre el bien y el mal se desdibujan.