Dumbo, estrenada en octubre de 1941, nació de un desafío personal de Walt Disney, el de realizar un largometraje de dibujos animados que costara menos de un millón de dólares. Los estudios venían de dos fracasos, no artísticos sino comerciales, Pinocho y Fantasía, y la historia del pequeño elefante volador empezó con buen pie entre el público estadounidense. Pero un mes y medio después de su estreno, Estados Unidos entró en guerra tras el ataque a la base de Pearl Harbor. La gente necesitaba otro tipo de espectáculos y el gran sueño de Disney se dio de bruces con la realidad.

La maquinaría en los estudios cesó durante unos meses porque el Gobierno convirtió las dependencias de la productora en cuartel provisional previendo un ataque enemigo, y Disney recibió el encargó de producir una veintena de cortos de propaganda antinazi.

Dumbo había costado poco más de 800.000 dólares y se invirtió un año en hacerla. Pinocho había costado dos millones y medio un año antes, y Fantasía, también de 1940, ascendió a una cantidad similar. La reducción de costes se imponía. Disney la aceptó, pero después de Dumbo presentó Bambi, filme mucho más costoso que empezó a gestarse en 1937 y necesitó de cinco años de puesta a punto.

Este filme sobre un elefante anómalo con capacidad de volar, es decir, un cuento sobre la diferencia ideal pues para la reconversión al imaginario de Tim Burton, para quien Bitelchús, Batman, Eduardo Manostijeras o Ed Wood son también películas sobre seres diferentes en un mundo que no los acepta, supuso un paso más en el avanzado concepto de la animación que tenía Disney.

Dumbo se basaba en un relato de Helen Aberson y Harold Pearl. Blancanieves y los siete enanitos en un cuento de los hermanos Grimm. Alicia en el país de las maravillas (1951) recreó la obra de Lewis Carroll y El libro de la selva (1967), la obra maestra de Rudyard Kipling. Pinocho se inspiró en el libro homónimo de Carlo Collodi. La cenicienta (1950) versiona el clásico de Charles Perrault.

No es de extrañar que en los últimos años se hayan hecho nuevas versiones, ahora en imagen real, tanto dentro como fuera de Disney. El shakesperiano Kenneth Branagh firmó una curiosa lectura de La cenicienta en el 2015. Tim Burton regresó a Disney en para rodar Alicia en el país de las maravillas. Glenn Close fue una Cruella de Vil de carne y hueso en 101 dálmatas (1996) y 102 dálmatas (2000).

Guillermo del Toro prepara para Netflix su revisión de Pinocho. De un modo u otro, Disney sigue ahí y parece que va a seguir estándolo durante muchos más años.