Existió una vez un señor que, en menos de cinco minutos, te escribía una novela. Una novela hecha con murgas, con trovos de la Alpujarra, con notas de copla, con fados. Se llamaba Carlos Cano. Es, creo, de los pocos músicos que concita la admiración de todos sus colegas: no conozco a nadie a quien no le guste Carlos Cano: le pasa lo mismo que a Paul Newman. Tampoco conozco a nadie que no admire la voz de Pasión Vega, que, como dijo una vez Sabina, canta como la Piquer. Igual de bien. El granaíno y la malagueña se han fundido en el último disco de Pasión Vega, al que ha llamado, cómo no, Pasión por Cano (entiendan la frase de las dos maneras posibles). Lo presenta hoy, a las nueve de la noche, en el teatro López de Ayala, en Badajoz. Con otro buen puñado de canciones.