Que las reglas, cuando se conocen, están para romperlas, lo sabemos todos. Con la lengua, más. La lengua conforma el mundo, nos dice quiénes somos, qué esperamos de nosotros mismos, cómo nos posicionamos ante los demás, cuál es nuestro espacio y nuestra significación política (todos somos seres políticos), dónde nos situamos: «es un ilegal», decimos. «Es un inmigrante». «Es discapacitado». «No tiene trabajo». «Es mujer». La lengua sirve para que una carretera sea una «inversión» de muchos millones de euros y veinte camas de hospital las contabilicemos como «gasto social», con toda la carga negativa que lleva la palabra «gasto», a saber, «superfluo», «despilfarro», «no ahorrador». La lengua hace que expresiones contundentes suenen demasiado contundentes y se suavicen: «ultraderecha» por «centroderecha». Que los conceptos se desdibujen. Que asistamos a debates que creíamos superados. Violencia doméstica por violencia de género, por ejemplo. Pero no siempre la violencia ocurre en la domus, en la casa. Y no siempre es contra la mujer por ser mujer. Y no me creo que yo esté explicando esto, a estas alturas, solo porque se han retorcido los discursos de tal manera que ya no sepamos quién manda.

Los poetas se dedican, si son buenos, si son rematadamente buenos como Eleonora Finkelstein, a subvertir el lenguaje. «Todo veneno es un jardín / por pequeño que sea y este suelo / es la rosa idéntica / a cualquier lugar, el otro / o el mismo, al que creas regresar. / Algunas cosas suben y otras / se precipitan. Cuida tu salud que / más tarde o más temprano algo / se convierte en vapor y algo decanta. / Lo que decidas cultivar, / según el consejo de quien sea: / veneno también. / Cosas que termina por entender cualquiera, / hasta el más inocente. Lo que no sube baja. / Ahí arriba, al cielo y a la tierra horizontal. / Vigila bien la dosis. / Si tratara de explicarlo mejor diría: / esto es un laboratorio, una farmacia. / El ascenso y los restos venenosos / todos, sagrados todos. Sin remedio. / Subrayo de nuevo: bello y bueno. / Subrayo de nuevo y para siempre. / Sin remedio».

Reivindico el error, me dijo Finkelstein una vez. Quizá no tenga tanto ritmo, quizá no sea tan preciso, pero hay que dejar también espacio para el margen, para la tachadura (eso diría Ada Salas). En la literatura y en la cotidianeidad. El error como debate y como duda. No el error en el concepto. Para hablar, para comenzar a hablar, los conceptos han de estar claros. Qué es el heteropatriarcado; cuál es el significado de ser gay, lesbiana o transexual o bisexual; qué es la violencia hacia la mujer, fuera y dentro de casa; qué es una inversión social, qué es la solidaridad entre los pueblos (sobre todo cuando unos pueblos nos estamos comiendo la comida de otros, añado. Que oye, lo mismo hay que poner la soberanía alimentaria en la mesa también).

Qué es el mundo rural y qué el urbano y si todo es o no ciudad (que no, no lo es) y cómo se pueden diluir, en algo, las desigualdades. En Fuente del Maestre, por ejemplo, un historiador que ha estado toda la vida peleando por eso que llamamos «el bien común», Joaquín Pascual, ha organizado un aula libre, independiente y autogestionada que se llama ‘Al encuentro con la cultura’. En ella, los martes, de siete de la tarde a nueve de la noche, se habla sobre los más variados temas. Desde el flamenco y la generación del 27 hasta la charla que ofrecerá Helena Álvarez, antropóloga social y cultural, cooperante en Serbia como voluntaria, que reflexionará sobre la mirada occidental sobre las realidades del Mediterráneo y el Islam. Durante las siguientes citas conoceremos la figura de Antonio Ponz y su importancia en la conservación del patrimonio español (del extremeño también) y Concha Llamazares, ya el día 29 de enero, hablará sobre la prensa en nuestra región.

A mí estas cosillas me dan esperanza, qué quieren que les diga. Cierta manera de entender la cultura como ofrecimiento, colaboración, compromiso, razón social, dadivosidad, entrega. Que no significa que haya que propiciarla, hacerla o servirla gratis, ojo. Siempre lo he dicho: en esta columna también: de dinero hay que hablar más. Al fin y al cabo, es lo que define mucha parte de nuestro estar en el mundo y su carencia supone no pocos problemas de supervivencia, física y mental. No sé si va a estar nunca bien pagada, la cultura, pero sería deseable porque el material con el que trabaja (que primero es conceptual, sobre todo) exige mucha formación y mucho esfuerzo. Pensar cansa, señores. Más aún cuando la cultura se confunde con el ocio (nada más) y con lo lúdico (nada más) y lo lúdico, ya se sabe, es un juego y no cuesta y sale solo.

Ojalá aprendamos esto. Y sepamos qué conceptos nos guiarán este año y qué solidaridades y qué compañeros de viaje tendremos en qué luchas.

-Eleonora Finkelstein. Seminario Humanístico de Zafra. Parador de Zafra. Lunes, 14 de enero. 20.30 horas.

-Conferencia de Helena Álvarez: ‘Reflexión sobre la mirada occidental sobre las realidades del Mediterráneo y el Islam’. Martes, 15 de enero. Siete de la tarde. Casa de la cultura de Fuente del Maestre.