Gracias a títulos como Viaje de pirados (2000) o Aquellas juergas universitarias (2003), Todd Phillips convirtió el bromance --camaradería heterosexual masculina-- en subgénero de cabecera de la comedia norteamericana moderna. Luego dirigió Resacón en Las Vegas (2009) y, de ese modo, creó otro modelo a seguir y el principio de una trilogía de éxito aplastante. Su última entrega, Resacón 3 se ve en Cáceres, Plasencia, Badajoz, Mérida, Almendralejo y Don Benito.

--Mucha gente criticó los excesivos parecidos estructurales entre las dos primeras entregas de esta trilogía. ¿Es por eso que Resacón 3 es tan distinta de ellas?

--No, de hecho estuve tentado de repetir el esquema una vez más solo para mandar a hacer puñetas a quienes me criticaron. Puedo entender esas críticas, pero era necesario que la segunda película repitiera el esquema de la primera, porque Resacón 3 captura el momento en el que los personajes finalmente exclaman: "¡No podemos seguir así, esto tiene que parar!". Si solo les hubiera sucedido una vez, esta tercera película sería innecesaria.

--¿Es consciente de que Resacón 3 es la entrega más oscura de la saga?

--Sí. Creo que, en general, los cineastas somos gente oscura por naturaleza. Y cuando en una película te ofrecen libertad total, tiendes a sacar ese lado más tenebroso. A decir verdad, a mí siempre me ha parecido que la mejor comedia es aquella que te incomoda, que te hace sentirte mala persona por reírte.

--¿Diría usted que ese es el secreto del éxito de la trilogía?

--Sí, creo que el público ha conectado con la irreverencia de estas películas. En todo caso, lo que hace que su concepto funcione en todo el mundo es que todos sabemos lo que es estar de resaca. Todos hemos tenido noches terribles durante las que perdimos el control y tomamos decisiones que nos han perseguido toda la vida.

--¿Cómo ha evolucionado su trabajo tras la cámara desde Resacón en Las Vegas (2009)?

--Entonces sentí mucha presión, porque no sabía si alguien iba a querer ver la película. A la hora de hacer la tercera, sabía perfectamente que, hiciera lo que hiciera, millones de personas iban a ir a verla. Eso te libera. Por otra parte, a estas alturas es imposible repetir el elemento de sorpresa. Resacón en Las Vegas no era un producto prefabricado por un estudio con grandes estrellas, y por eso los espectadores sintieron que ellos habían descubierto la película, que les pertenecía. Replicar eso es imposible.

--¿Habrá más entregas?

--Nunca quisimos que esta serie se convirtiera en algo así como 007, y estaba claro que la tercera iba a ser la última. En este caso se trataba de poner el foco en el personaje de Allen (Zach Galifianakis). En las dos primeras el personaje acaba justo como empezó, no evoluciona. De modo que en esta tercera película había que resolver su asunto, había que reformar a este desastre humano. Una vez logrado ese objetivo, no tiene sentido que la saga continúe.

--A lo largo de su carrera, usted ha trabajado con algunos de los mejores cómicos norteamericanos. ¿Qué ha aprendido de ellos?

--Que para ser un buen cómico necesitas ser una persona dispuesta a cualquier cosa para hacer reír al público. Porque, por otra parte, eso le da al espectador la sensación de que cualquier cosa podría suceder en cualquier momento.

--¿Qué aspira a lograr a través de su trabajo como director?

--Todas mis comedias funcionan a modo de retrato de la torpeza esencial de las relaciones entre hombres heterosexuales. Cuando una mujer le demuestra a otra su afecto, lo hace con elegancia; cuando un hombre trata de hacer lo mismo con otro hombre, es embarazoso. Está en nuestra naturaleza.

--Explorando ese tema, ha influenciado buena parte de la comedia norteamericana moderna.

--Yo no he inventado nada. Hace tres décadas, Desmadre a la americana o Granujas a todo ritmo o Cazafantasmas se basaban en una premisa similar. Es cíclico. Tal vez la fórmula empiece a parecer agotada, pero estoy seguro de que, en un par de décadas, volverá a ser tendencia.