Florinda Chico regresa al teatro para despedirse; pero no se despide. Lo deja flotando en el aire como una broma más de las que cuenta al presentar ¡Que me quiten lo bailao! , sobre la vida de Isabel II, que parece el título de la vida de la propia actriz. Hoy estrena en el Gran Teatro de Cáceres (21.00) esta pieza teatral de Rafael Mendizábal, dirigida por César Diéguez. Mañana se representará en el teatro López de Ayala de Badajoz y el 14 y 15 de abril en la sala Trajano de Mérida y el teatro Alkázar de Plasencia.

La actriz apenas anda. Arrastra una lesión en la pierna derecha que casi le impide el movimiento. Tiene 77 años, algo que desmiente su aspecto, menos avejentado de esa edad. Y mantiene intacto el humor. Hasta para los malos recuerdos tiene humor. Y quizá su peor recuerdo es la ciudad donde nació, Don Benito. Sólo actuó una vez allí y no ha querido volver. "Fue hace 48 años. Mi marido iba de primer galán y cuando salí a escena a interpretar mi papel hubo quienes gritaron que cantara. Entonces me dije que no volvería. Ahora me siguen llamando y sigo diciendo que no".

Caciques

Cuenta su vida a salto de mata. Sus orígenes en un pueblo con "caciques" que las acosaron a ella, una "adolescente fuerte y dura", y a su madre, que se había quedado viuda con 40 años, cinco hijas que cuidar "y sin un duro". Dejó de estudiar a los 15 años. "Era guapa y pobre y esa adolescencia no la olvido". Viajó a Madrid, donde trabajó en varios empleos hasta que una tarde le hicieron una prueba en el teatro de La Latina. "Me dijeron que si quería debutar esa noche y acepté. Llamé a mi madre y le dije: "Ya soy artista". Empezaba una de las carreras más prolíficas del mundo del espectáculo en España, donde es uno de sus rostros más populares. También lo recuerda: cuando murió su madre, no faltó a una entrevista televisiva donde contó el fallecimiento entre las lágrimas de quienes la escuchaban en el plató. Más tarde, en el teatro ("la vida debía continuar") nada más alzarse el telón le dedicaron una ovación de casi diez minutos.

Fueron años "también duros" los de aquella posguerra, finales de los cuarenta, los años cincuenta, en el teatro, en revistas de la época, en la comedia, "también enseñando las piernas, que las tenía buenas".

"Nunca he ambicionado nada --prosigue--, salvo interpretar a Isabel II en Farsa y licencia de la reina castiza de Valle-Inclán. Cuando Tamayo me llamó no pude hacerla; pero bueno, pasados los años me han escrito esta obra y por fin puedo interpretar a la reina".

Ni ambición ni arrepentimiento. "He hecho películas de esas que llamaban de consumo para mantener a mi familia, pero también me llamó Carlos Sauras para hacer Cría cuervos y Mario Camus para la Poncia de La casa de Bernarda Alba. La sobrina de Lorca no quería que interpretara ese papel, pero Camus se empeñó. Todo lo he trabajado con el mismo amor. Y no he hecho mal a nadie ni he tenido amores escandalosos".

Tan bien le iba en la vida que en 1968 fundó su propia compañía. Las comedias se sucedieron. También el éxito. "No ha habido compañías que hayan hecho las taquillas que hice yo. En un día llegamos a recaudar en Bilbao el equivalente a diez millones de pesetas. Había gente hasta en las lámparas".

Más de 150 películas

Ya en esos años alternaba el teatro con el cine, donde ha intervenido en más de 150 películas. Menciona su viaje a México para rodar El alegre divorciado con Paco Martínez Soria. "Me habían advertido que no nombrara a Hernán Cortés porque no era un personaje bien visto por sus amores con la Malinche (la india que le sirvió de intérprete). Y yo me decía, cómo no iba a tenerlos si tenía un par... Al final acabé diciendo que había nacido a cinco kilómetros de Medellín de donde era Hernán Cortes. Y no pasó nada".

"Siento que me han querido mucho", continúa. Pero no le gustaba que la pararan para besarla. "A Rafaela Aparicio, que venía conmigo en la compañía, sí le gustaba. En Bilbao puso una mesa en la entrada del teatro y la gente se acercaba a saludarla y la besaba".

Una de sus deudas pendientes la tenía con el teatro romano de Mérida. La canceló en 1992 con Las siete de Tebas . "Me decían "qué bien nos lo vamos a pasar". Y yo estaba temblando porque aquello era una tragedia y no sabía qué reacción iba a tener el público. Llevaba un traje pesado y teníamos que salir a escena. Cuando lo hicimos se produjo un siseo y empecé a sudar. Arrastraba una maleta y entonces me senté en ella, aunque debía continuar andando, y empecé a llorar".

De nuevo recuerda Don Benito. "Ahora estoy en una edad emotiva y si fuera allí me acordaría de mi madre y de mi padre y me podría dar un jamacuco".

La Medalla de Extremadura, la de Bellas Artes, la del Trabajo... tiene todos los premios "excepto uno que me he enterado que dan dinero y voy a ver si lo consigo". Su condición monárquica, "juancarlista", ha llevado a dulcificar algunos aspectos de ¡Que me quiten lo bailao! . Ya se sabe que la reina Isabel era un poco licenciosa. Sobre el escenario recordará de nuevo, pero ahora sobre una memoria ajena.