Carismático y dueño de un catálogo de personajes contundentes e irrepetibles, el magnífico actor francés Vincent Cassel (París, 1966) ha pasado por Sitges por una doble razón: la presentación de la magnífica película de Romain Gavras Notre jour viendra , donde vuelve a brillar, y para recoger un merecido Gran Premio Honorífico por su contribución al género fantástico y de terror. EL PERIODICO habló con él.

--En relación con el premio que acaba de recibir, ¿se considera usted un icono del cine fantástico y de terror?

--No me siento atraído por ningún género en particular, pero en perspectiva, si miro las películas que he hecho, como Los ríos de color púrpura , El pacto de los lobos o Sheitan , se puede decir que sí, que formo parte de este género. Pero, sinceramente, no me gusta distinguir entre géneros: hay películas buenas, menos buenas y malas.

--Ha citado películas que son claramente del género, pero ha participado en muchas otras que, sin serlo, flirtean de algún modo con el horror, como Promesas del Este.

--Totalmente de acuerdo. También se puede decir lo mismo de Irreversible . No sé cuál es exactamente la definición de fantástico: ¿si asusta es fantástico? ¿Si tiene efectos especiales es fantástico? No lo sé, el término fantástico es muy amplio.

--Ha hecho muchos personajes extremos, que tienen una relación muy directa con la violencia, ¿cómo hace para no repetirse?

--La verdad es que, haga el personaje que haga, la gente ya dice que es violento risas. Algunas películas nos están diciendo que la vida es violenta por todo tipo de razones, porque estamos estresados, porque nos enamoramos y nos dejan, porque perdemos el trabajo- Tanto si cuentan la historia de un robo como la de un desengaño amoroso, en esas películas puede haber violencia.

--Además de actuar en sus películas, ha producido a Romain Gavras y a Kim Chapiron ( Sheitan , no estrenada en España), cineastas marcados por El odio de Mathieu Kassovitz , un filme que usted protagonizó y abrió las puertas en Francia a un cine realista que a la vez jugaba con el género. ¿Está de acuerdo en que ese filme marcó un antes y un después?

--Totalmente. Cuando se estrenó, a los directores franceses de entre 23 y 38 años se les llamó la generación Kassovitz, que es una cosa terrible porque, en primer lugar, no era verdad, y además puso mucha presión sobre el propio Mathieu. Pero es cierto que, aunque hubo cosas antes que apuntaban en esa dirección, El odio fue la película correcta en el momento adecuado. Y por suerte yo estuve allí.

--Los currículos de ambos cineastas son aún muy cortos. ¿Le interesa trabajar con nuevos directores, cineastas que pueden aportar cosas nuevas, o es algo más casual?

--Son decisiones emocionales. Conocí a Romain y a Kim cuando eran muy jóvenes, no fue algo planeado y nunca pensé que algún día produciría sus películas. Estaba alucinado con que unos chavales tan jóvenes y sin experiencia tuvieran tanto estilo y estuvieran tan en sincronía con su tiempo. Utilizaban recursos antiguos pero los convertían en algo nuevo y refrescante. Encontrabas algo poético y profundo en cosas que habían hecho para divertirse. Me junté con ellos, pero no en el sentido "estoy buscando nuevos directores para producir". Y ahora estamos muy unidos.

--¿Este tipo de relación hace el trabajo más fácil?

--Es algo que siempre he querido tener, que tuve con Mathieu Kassovitz, Jan Kounen o Gaspar Noe y que ahora tengo con ellos- Las cosas interesantes salen de ese tipo de relaciones. Crecí soñando con la relación entre Robert De Niro y Martin Scorsese, o Marcello Mastroianni y Federico Fellini...

--Una de las cosas que distinguen a esos directores es que se han desprendido de todo tipo de prejuicios y sus películas son totalmente libres.

--Así, es exactamente la razón por la que las hago, por su libertad. Necesito formar parte de estos proyectos locos, aunque sepa que no van a llegar al gran público, porque me dan una sensación de libertad que no puedo encontrar en otras películas. Y puedo afirmar ahora mismo que, de aquí a cinco o diez años, Kim y Romain serán los directores más respetados en Francia.

--Dirigió un corto hace unos años. ¿Se plantea volver a dirigir?

--No, eso se acabó. Escribo, produzco. Ahora, por ejemplo, estoy muy implicado como guionista en la nueva película de Kim, una comedia romántica que voy a coprotagonizar con mi mujer, Monica Bellucci. Ni soy bueno dirigiendo ni lo necesito. Estoy bien donde estoy, así me siento cómodo. Para ser director hay que estar muy loco risas.

--¿Tiene alguna película soñada, alguna que aún no haya hecho?

--Mi película soñada siempre es la próxima. Es muy extraño, pero todavía no sé muy bien por qué razón escojo una película. Al final, siempre tiene que ver con el deseo, algo que no controlas.