Nadie puede atreverse a discutir que Javier Sánchez Franco (Cáceres, 25-1-1971) es uno de los mejores deportistas extremeños de la historia y una leyenda del fútbol sala español. Campeón del mundo y de Europa y con 100 internacionalidades (47 goles), la crisis del covid-19 le ha pillado en el mismo sitio en el que está desde 1998: con un cargo de responsabilidad en la empresa Macer, de Castellón, donde es ahora director de compras y logística.

En la firma, que fabrica moldes para la industria cerámica y en la que trabajan 200 personas, ya veían venir lo que finalmente ha sucedido. «Varios de nuestros socios en cuanto a aprovisionamiento están en China y nos fueron poniendo un poco en antecedentes. Nos parecía mentira porque siempre pones un poco en entredicho las informaciones que vienen de allí y no terminabas de verle la peligrosidad, pero ya cuando dio el salto a Italia vimos que éramos vulnerables. En nuestro sector, el flujo entre profesionales entre nuestra zona y Lombardía es diario», cuenta.

Preocupado por Cáceres

Los turnos se reestructuraron intentar un parón de la actividad que terminó siendo inevitable y que después de unos días de paro total se reanudó. Poco acostumbrado a estar en casa, Javi Sánchez se reconoce ««feliz»» en la época en la que ha estado en cuarentena disfrutando del tiempo con su mujer, Chabeli, y sus hijas, Beatriz e Isabel. «Con que me hubiesen dejado salir a correr, con eso me conformo», admite. Sí reconoce estar preocupado por su familia, principalmente su madre, Margarita, y sus hermanos, Carlos y Ángel. «Con ella, que vive sola, siempre he hablado todos los días, la diferencia es que lo ahora lo hago por videollamada. La noto algo fatigada porque ya son muchos días de confinamiento, pero estamos todos bien», afirma con cierto alivio.

Se enciende más a la hora de hablar de cómo se ha gestionado la pandemia desde el poder. «No es momento de ser ventajista, pero sí quizás de que reflexionemos todos. En nuestra empresa, a una escala muy menor, hemos sido capaces de estar dotados de equipos de protección, mascarillas, guantes y geles desinfectantes desde hace más de un mes. Con los recursos que tiene un gobierno y el dinero, los contactos y la infraestructura que puede manejar, me parece absolutamente cuestionable cómo se ha hecho. Me da muchísima pena que a los sanitarios que no les den las herramientas para poder ejercer su trabajo. Se nos ha llenado la boca de decir que somos la mejor sanidad del mundo… ¡No! Tenemos los mejores sanitarios», lamenta.

Sánchez no elude la autocrítica: «Todos somos responsables. Por una cuestión de formación, siempre lo he sido. Probablemente, con mi voto he sido consentidor. Para esto nos cobran los impuestos, para esto trabajamos».

A nivel humano, asume que «el miedo es terrible y saca lo peor de nosotros mismos. Los que hacen las pintadas contra que los sanitarios viven en sus comunidades lo que tienen es pánico. Siempre es mejor quedarse con lo bueno». Pero advierte: «Por televisión me sacan los aplausos, pero no a la familia de seis miembros que vive en 50 metros cuadrados. Llevan un mes encerrados y si no trabajan, no ganan dinero para poder comprar comida. Está bien animarnos, ver la luz al final del túnel, pero hay una realidad. Me parece que llevamos bastantes semanas intentando no pensar en esa realidad, pero existe». Y asegura que solo lee dos periódicos: «el Mediterráneo, para conocer lo que pasa cerca de mí, y el Extremadura, el de mi tierra».

Su irritación va a aumentando al otro lado del teléfono. «Este es el premio que le hemos dejado a los mayores. ¿Qué hubiese pasado si este virus, en lugar de haber afectado a personas de más de 70 u 80 años hubiese afectado a los niños? ¿Nos hubiésemos comportado igual?», se pregunta.

Para terminar, cita una entrevista que leyó durante hace días con el exbaloncestista y médico Juan Antonio Corbalán: «decía que hasta ahora solo nos hemos escondido del virus y que en algún momento tendríamos que salir a pelearnos con él. Tiene toda la razón, pero debemos hacerlo con algún arma. Que se lo digan a nuestros sanitarios, a nuestros limpiadores. Deberíamos pensar en si todos hemos hecho lo que debíamos a hacer. No puedes tener a 47 millones de personas encerradas en sus casas a ver si pasa. Creo que por eso nos han dejado volver a trabajar: para que nos ‘enchufemos’ entre nosotros un poquito».