Ya no es Lance Armstrong. Es, decía L´Equipe , Endstrong . Punto y final. Esta vez sí es seguro. Si vuelve será como espectador o como propietario del RadioShack, la gran decepción a pesar de ganar la clasificación por equipos, gracias a colar corredores en escapadas. Pese a contar con millonarias estrellas (Armstrong, Levi Leipheimer, Andreas Klöden y Janez Brajkovic, el ganador del Dauphiné Libéré) solo Chris Horner consiguió colarse, por los pelos, en el top ten de París.

Sí. Armstrong ascendió ayer, también según L´Equipe , al "podio del servicio". Pero subió porque escapadas bidón como la suya en la etapa del circo de la muerte (Peyresourde, Aspin, Tourmalet y Aubisque) le otorgaron el triunfo por escuadras. Se cerró un capítulo, el más numeroso en páginas y títulos de la historia del Tour. Impresionante: 13 participaciones, siete victorias, ocho podios individuales y uno colectivo, 22 triunfos de etapa y 83 días de amarillo.

A punto de cumplir los 39 años, el peculiar Armstrong que se ha visto en este Tour no ha sido el ser superior que dominó la prueba entre 1999 y el 2005. ¡Pobre del que osara toserle! Los jueces de la UCI no le dejaron salir, en su última etapa como profesional, con un maillot negro y el número 28, la cifra de millones de personas que padecen cáncer en el mundo. Sí que la lució, tanto él como sus compañeros, al recoger el premio al mejor equipo.

El Armstrong 2010 ha sido un personaje simpático y parlanchín que hablaba con todos y en todos los idiomas y no olvidaba, como antes, saludar en las salidas y llegadas. No le ha importado terminar el 23º, a 39 minutos de Contador. "Quería llegar a París y disfrutar de este Tour". Y lo ha logrado. Ayer cerró su etapa profesional, la del retorno, en la que fijó como meta principal recaudar fondos para su fundación contra el cáncer, gracias a su campaña Livestrong y sus famosas pulseras amarillas, que se han comercializando en este Tour. El año pasado, tercero, corrió sin cobrar.