Durante la pasada semana, el trofeo que acredita la consecución del título de la Copa del Mundo ha recorrido la comunidad autónoma. Pese a que el original está custodiado en Zurich, hay que reconocer que la llegada del trofeo a Extremadura ha supuesto un auténtico acontecimiento y que ha valido la pena, y mucho, verlo pasear por Extremadura. Uno particularmente se vio sorprendido por la ingente cantidad de personas que quisieron retratarse con la copa en Cáceres. Las escenas fueron muy emotivas, especialmente la de los niños y los padres que, por igual, aprovecharon para, con suma emoción, hacerse la foto y tocar la estatuilla. Y es que la ilusión que ha generado la consecución del Mundial vuelve a demostrar la vieja teoría de que la base necesita un espejo en el que mirarse. La generación de optimismo que ha sucedido a la conquista del título es impagable por los efectos que puede traer para los próximos años. El orgullo y la pasión, a la par, afloran ahora por un mero hecho deportivo, un fantástico hecho deportivo. Tan simple.