"Kerry es un nacional más". La respuesta de Ñete Bohigas es contundente cuando se le pregunta por Kerry Blackshear, el alero del Cáceres 2016 que está sorprendiendo dentro y fuera de la cancha. En eso también ha cambiado el baloncesto local, que ha pasado de tolerar a norteamericanos endiosados --de Raymond Brown a Derell Washington pasando por Larry Stewart-- a disfrutar con currantes tan deliciosamente humildes como este nativo de Florida que habla perfectamente español.

¿Perfectamente? No tanto. Su acento es claramente latinoamericano. Y es que Blackshear, que cumplirá 31 años el próximo 3 de noviembre, ha desarrollado gran parte de su carrera entre la República Dominicana y Venezuela. "Allí donde he ido me ha gustado aprender la lengua, conocer a la gente y sus costumbres, ser feliz compitiendo y ganando", afirma. Claro, su currículum no huele a NBA ni a ACB, pero sí que llegó a ser máximo anotador en varias ligas. Y jugó bien --16 puntos por partido-- hace dos temporadas en Huelva (LEB), el motivo por el que el entrenador del Cáceres apostó por él. Eso y su cotización nada elevada, evidentemente.

"Me gusta Cáceres. Es un sitio pequeño, como la ciudad en la que nací. Llevo una vida tranquila, porque no salgo, no bebo y no fumo", afirma.

El despegue

Su prestigio como anotador se había resentido después de un pésimo año --descenso incluido-- con el Aracena. Sin embargo, parece haber recuperado el tino: 16,3 puntos en los tres partidos hasta ahora. "Fue una mala temporada. Por eso lo primero que quiero aquí es ganar, me da igual los números que yo haga", afirma.

Se le nota contento y también a su familia, a la que se ha traído. Tiene tres hijos, de siete, cuatro y un año. El mayor, Kerry junior , ya parece imitar a su padre en las artes baloncestísticas. Es una fotocopia en miniatura de su padre y ya ha entrenado en alguna ocasión con chicos mayores que él de las categorías inferiores. "Puede ser un buen jugador, pero antes tiene que mejorar mucho y seguir estudiando", afirma Blackshear, que no pierde ni un momento la sonrisa. "Soy una persona tranquila, que le gusta hablar con todo el mundo", se define. El caso especial de ser el único jugador de raza negra del equipo lo lleva con normalidad, sin darle importancia. "No pasa nada. Tengo amigos en la plantilla, todos somos personas, no importa el color. Lo que nos importa es ganar partidos", explica.

Su papel en el vestuario lo tiene claro. "Aquí tengo que ser uno de los líderes del equipo y hacer un poco de todo", cuenta. Y se ve entre los ocho primeros a final de la temporada regular si todo sigue como va, sin miedos, sin complejos. "Quizás no estábamos muy seguros al principio. Las cosas que pasan con un equipo nuevo, mezcla de gente joven y otros viejos como yo..., pero esto es baloncesto", analiza. El próximo reto, mañana ante Matías Lescano, el competitivo escolta argentino del CAI.