Hace unos días, reflexionaba con un dirigente del Cáceres 2016 de baloncesto sobre la viabilidad del deporte en general y la de su club en particular en estos tiempos de crisis. Y la conversación derivó sobre lo que suele ocurrir con los jugadores estadounidenses que llegan. Se podría hacer un libro con anécdotas y comportamientos de los baloncestistas. Lo que ha pasado aquí es perfectamente trasladable al resto del país. Viene esto al hilo de la marcha de Wayne Simien a Estados Unidos para estar con alguien muy cercano que padece una enfermedad terminal. El directivo apelaba a instaurar un nuevo modelo, si se quiere empresarial, para que no se cause un perjuicio deportivo importante. Y es que muchos podrán decir que si abandonan su puesto de trabajo durante mucho tiempo esgrimiendo este argumento su empresa les pondría de patitas en la calle. Y tienen razón. El sentimentalismo, en tiempos complicados, está mal visto. Y todo ello, con un Simien de comportamiento intachable, que no entraría en el libro de anécdotas negativas.