Según un estudio reciente, Dinamarca es el país con la gente más feliz sobre la faz de la tierra. El índice podía haberse incrementado el domingo, cuando la joven tenista de 19 años Caroline Wozniacki, número 9 del mundo, hizo historia y se convirtió en Nueva York en la primera danesa en competir en una final de Grand Slam. Pero la inyección de alegría e historia que habría supuesto un título tendrá que esperar. El Abierto de EEUU tenía, gracias a la belga Kim Clijsters, un cuento de hadas aún mejor.

Clijsters se alzó el domingo frente a Wozniacki (7-5, 6-3) con la copa que le convertía en campeona del Abierto, el único grande que había ganado antes, allá por el 2005. Y ese triunfo sellaba uno de los regresos más fabulosos del tenis.

Ganar en Flushing Meadows, recordaba una y otra vez Clijsters, "no estaba en el plan" cuando decidió volver en enero a las pistas, que abandonó hace dos años para apostar por una vida familiar. La idea, después de casarse con el jugador de baloncesto estadounidense Brian Lynch y de dar a luz en febrero del 2008 a Jada Ellie, su primera hija, era regresar poco a poco e ir preparándose, física y mentalmente, para la próxima temporada. Tenía algo de sobrepeso y, como ha contado su propio entrenador, Sam Verslegers, le costaba incluso correr 30 minutos de entrenamiento. Pero volvió, y con el objetivo no solo de jugar, sino de ser "realmente buena".

En recuerdo de papá

Todo se aceleró cuando los organizadores del Abierto le invitaron. Solo había jugado otros dos torneos, pero aceptó, inspirada en parte por la historia de Leo, su padre, que falleció el pasado enero por un cáncer de pulmón pero que en su vida profesional como jugador de fútbol también protagonizó un exitoso regreso.

En Nueva York ha batido a jugadoras como Venus y Serena Williams, números 3 y 2 del mundo, Marion Bartoli y Na Li, también entre las 20 mejores. Y ahora, tras el triunfo, ya está en ese grupo: es número 19.

"Cuando dejé las pistas me faltaba motivación. Por la edad y las lesiones no estaba concentrada al cien por cien", contaba el domingo Clijsters, de 26 años. La prioridad de Clijsters, pese al triunfo, sigue siendo "ser primero madre y esposa". Y el circuito , para el que las imágenes de Clijsters con su esposo y la pequeña Jada, una niña de anuncio con tirabuzones rubios, son como maná caído del cielo, ya se frota las manos ante el potencial para vender su historia y su imagen a un colectivo que habitualmente no se asocia con el tenis: el de las madres. Ninguna había conseguido un Grand Slam desde que la australiana Evonne Goolagong Cawley ganó Wimbledon en 1980 también después de haber dado a luz.