Dusko sargento de hierro Ivanovic seguía allí, de pie, exigiendo máxima intensidad a sus jugadores, y eso que ya ganaban por más de veinte puntos. Unos metros más allá, Manolo Hussein parecía resignarse a la evidencia que invadió el multiusos: su equipo, el Cáceres, está muchísimos peldaños por debajo del Tau Vitoria, por muchas bajas que traiga. Al menos, queda como dato positivo el hecho de que casi todos sus rivales para la permanencia perdieron: pobre consuelo para un equipo que está teniendo un diciembre tan árido como se podía presagiar por la crudeza de su calendario.

La exhibición de baloncesto ofensivo y defensivo del actual campeón de liga y copa tardará tiempo en olvidarse en Cáceres. Los alaveses no dieron opción alguna de victoria a un equipo verdinegro que mostró síntomas de desánimo e inanición durante muchos momentos, abandonado a su suerte por el absentismo de varias de sus piezas supuestamente decisivas. Papel estelar volvieron a tener Bobby Martin --lo de Sevilla se torna ya en espejismo-- y Hurl Beechum, otra vez intrascendente y que terminó con su casillero de puntos en cero. De la tremenda quema no se salvan otros como el precipitadísimo Ferrán López, pero la derrota tiene un carácter más global que el de las meras individualidades. Al final, la diferencia hasta puede considerarse una victoria menor, ya que de haberse elevado hasta los 27 puntos se hubiese batido el récord de mayor derrota en casa en la historia del club en la ACB.

SIN COLOR

El Cáceres fue un equipo patético en manos de un oponente feroz, insaciable, con un líder en el banquillo y un grupo de ejecutores sin piedad en la pista. El mayor de ellos, Andrés Chapu Nocioni, el poderosísimo alero argentino que rozó el triple doble (31 puntos, 10 rebotes y 8 asistencias). La humillación a la que sometió a los aleros y pívots locales --jugó en ambas posiciones-- fue de época, excelentemente secundado por Leandro Torito Palladino --qué gran fichaje hubiera sido hace dos veranos-- y un ejército de salvajes defensores de su aro y atacantes del rival. Allen, Foirest, el extremeño Calderón, el intimidador --venido a menos, eso sí-- Griffith... todos superaron a sus pares y monopolizaron el espectáculo ante el boquiabierto auditorio, que se limitó a frustrarse por la actuación de su equipo y, sobre todo, de los árbitros.

A los 45 segundos, 0-5; a los 2.15, 2-11; a los 3.55, 3-16... la mañana olía a bañito desde el salto inicial. Los extremeños empezaron muy fríos todos los cuartos y el Tau no desaprovechó ninguna de sus oportunidades. Sin embargo, esa primera escapada fue neutralizada gracias a la meritoria aportación de Vladimir Petrovic, el mejor verdinegro en los minutos en los que hubo partido. Hasta la lesión de Nocioni, que ya estaba haciendo un roto a la defensa local, otorgaba ciertas esperanzas (19-25, min. 9). Pero volvió a la cancha acompañado de Foirest, que con dos triples consecutivos volvió a poner tierra de por medio en un marcador que se había apretado hasta el 33-36 (min. 18). Al descanso la ventaja era de relativa comodidad para el Tau (36-46), que sólo necesitarían un nuevo apagón verdinegro para sentenciar.

Hussein protagonizó el arranque de la segunda parte con una técnica cuando sólo habían transcurrido 11 segundos. De récord, pero si pretendía transmitir algo a los árbitros o a sus jugadores desde luego que fue por el sitio equivocado. Cuatro minutos sin anotar y el hueco que se disparó hasta límites insospechados (36-58, min. 24). La tormenta de juego del equipo de Dusko Ivanovic estaba siendo de época y prácticamente sobraron los 15 minutos restantes de juego. Al Cáceres le pesaban las faltas de Deon Thomas, la desaparición de Beechum, la debilidad de Martin y las prisas de sus bases por remontar lo irremontable.

Así es que el último acto estuvo reservado para los maquilladores de estadísticas y las jugadas de impresión, como el mate del base Allen o, ironías del juego, el balón que se le resbaló a Nocioni cuando se disponía a machacar por enésima vez el aro cacereño. Se fue hacia su pista riendo, pero seguro que eso no le gustó a Ivanovic. Cosas de los equipos competitivos, ya se sabe.