Periodista

Hace nada, uno podía echarse a la carretera y desde casi cualquier punto de la región plantarse en un estadio de Primera en una hora. Mérida y Extremadura transmitieron la pasión por el mejor fútbol del mundo a sus ´compatriotas´, mientras que el Badajoz se convertía en un ´clásico´ de la Segunda con pocos recursos, un poco el ´Eibar´ del sur. En basket, el Cáceres escribía páginas míticas antes de estrellarse de forma previsible. Ahora todo parece lejano, como una broma macabra, el recuerdo vago de un sueño para el que quizás no estuviésemos listos. Extremadura, ya se ve, defiende su industria de élite, su cultura de élite, su turismo de élite... Todo, menos su deporte de élite. Agria lección.