Les contaré que desde esta noche he cambiado de compañero de habitación. Ahora duermo con García Acosta, Txente para los amigos. Antes estaba con David Arroyo, pero es muy dormilón, como Karpets, con quien ahora comparten la estancia. Los auxiliares lo único que vigilan es que Valverde y yo no durmamos juntos. ¡Revolucionamos el hotel! Hoy sí que puedo afirmar en toda regla que he superado un día de descanso activo. Qué tranquilidad. Se fue solo por delante el británico Bradley Wiggins y el pelotón anduvo tranquilo hasta que se le capturó a las puertas de Bourg en Bresse. La verdad, no lo entiendo. No comprendo cómo los equipos más débiles, sin que nadie se enfade, no están intentando más fugas. Igual, al no haber un candidato claro a la victoria final, también piensan que uno de los suyos puede ganar el Tour. Hoy se ha ido un ciclista en solitario y nadie ha osado seguirlo. Parecía que todos los equipos se querían jugar la victoria al esprint. Me he interesado también por el estado de salud de Klöden y de Vinokurov. Primero he hablado con el alemán. Me ha dicho que le dolía muchísimo la parte baja de la espalda y me ha explicado que en el 2003 ya se rompió el hueso del coxis, que es donde ahora tiene la fisura. Pero, en ningún caso, ha pronunciado la palabra abandono. Vinokurov exteriorizaba sus problemas mucho más. Pedaleaba de una forma muy atrancada e intentaba llevar desarrollos largos para mover los pedales lo menos posible. Le he notado que estaba muy desmoralizado. "La vida sigue", me ha dicho, pero al igual que Klöden no me ha hablado de que fuera a dejar el Tour. A los dos les ha ido muy bien la tranquilidad de la etapa, una casualidad, porque la tregua de hoy no se ha firmado por ellos. En fin, llegan los Alpes. Mañana empezamos a subir. En mi caso los afronto con buenas sensaciones y con la esperanza de llegar entero a los Pirineos.