El pasado sábado asistí, como ya es una sana costumbre durante los últimos años, a la gala anual de la Federación Extremeña de Lucha y Disciplinas Asociadas.

Fueron, de nuevo, unas horas muy agradables, en un ambiente perfecto en el Hotel Barceló V Centenario Cáceres. La magia de este lugar y la humildad de los protagonistas de la gala me hicieron disfrutar, pero sobre todo comprobar cómo se puede respetar y apreciar el ingente trabajo de personas tan abnegadas como desinteresadas para ayudar al desarrollo de un deporte en la región, sobre todo teniendo en cuenta los pocos medios con los que se cuentan.

El desgaste de los años y el sacrificio familiar que ello supone han madurado la idea de no continuar del presidente, Chema García. Él me confesaba hace unos días que lo tiene decidido, pero salí del hotel con muy serias dudas de si lo va a llevar a cabo o no.

Y es que jamás he visto una unanimidad tal. Al grito de «presidente, presidente», los asistentes a la gala subrayaron la figura del dirigente de la territorial hasta límites que yo jamás había observado en el deporte extremeño, y desde luego que llevo años tratándole muy de cerca.

Por algo será. El reconocimiento a Chema es, en realidad, algo lógico. Y es que este tío se ha partido la cara por llevar a la lucha extremeña a lo más alto en varias de sus disciplinas. Pero mucho más que los resultados deportivos, en realidad lo que diferencia a esta territorial es su condición de familia, y además unida.

Fue emocionante ver cómo se ponía en valor sentimental la pequeña pero inmensa figura de este dirigente que tanto ha hecho no solamente por la lucha, sino por el deporte extremeño en general. La generosidad de Chema no conoce límites. Y durante la tarde contrasté todo ello hablando con deportistas y entorno. Menudo ejemplo de tipo.