El Cacereño sigue a la deriva. La identificación de sus cada vez menos fieles aficionados con el club sigue bajando enteros y así se puede comprobar cada dos semanas en el Príncipe Felipe. Nada parece funcionar en la histórica entidad verde, excepto que los jugadores siguen cobrando a principios de mes. Durante la semana pasada se ha comprobado que ni siquiera el vestuario vive tiempos de paz, con enfrentamientos con el técnico, Bernardo Plaza, a quien su fuerte carácter le juega malas pasadas, como le sucedió en Villanueva. No sé qué ocurre, pero los episodios tienen continuidad: el meta titular, David, anuncia su marcha teóricamente por un problema familiar, aunque hay que dudar ya de todo, dadas las circunstancias. Es una pena: el club languidece deportivamente (es el teórico ´grande´ de Tercera que menos ejerce de ello) y los nervios se extienden a todos los niveles, incluido al presidente, mosqueado porque no le salen las cuentas, y no precisamente las económicas.